Un paso de la UE en la OMC
La propuesta europea a los países de la OMC para eliminar las ayudas a la exportación agrícola traslada la presión negociadora a EE UU en la Ronda de Doha, según el autor. No obstante, la coyuntura electoral estadounidense no va a favorecer la iniciativa europea
El fracaso el pasado mes de septiembre de la reunión de la Organización Mundial del Comercio en Cancún, en la cual un grupo de 20 países en desarrollo, liderados por India y Brasil, se enfrentaron a EE UU y a la Unión Europea en relación a los subsidios agrícolas y otras demandas, no ha permitido avanzar en la conclusión de la Ronda de Doha.
La reciente propuesta de la Unión Europea de eliminar los subsidios agrícolas a la exportación si se producen avances 'aceptables' en el acceso a mercados y se eliminan los subsidios a las exportaciones, así como las ayudas alimentarias para deshacerse de excedentes agrícolas, traslada la presión negociadora al Gobierno de EE UU. Sin embargo, es previsible que esta propuesta europea no se vea favorecida por la coyuntura electoral en este país.
La inseguridad laboral se ha vuelto a convertir en el eje de la campaña electoral de demócratas y republicanos
Al contrario, la liberalización del comercio internacional se ha convertido en un tema muy controvertido en EE UU dado los relativamente altos niveles de desempleo (5,6%). El crecimiento económico de los últimos meses se está viendo por fin acompañado por una fuerte creación de empleo (casi 640.000 nuevos empleos en los dos últimos meses). Sin embargo, desde enero de 2001, cuando George W. Bush llegó a la presidencia, se ha producido una pérdida neta de 1,5 millones de empleos.
El debate político sobre las causas de este problema se ha centrado en gran parte en responsabilizar a la globalización, y en particular al comercio internacional, las deslocalizaciones y el outsourcing. La inseguridad laboral se ha vuelto a convertir en el eje de las campañas electorales de demócratas y republicanos. De acuerdo con nuevas estadísticas, la economía y el empleo siguen siendo la prioridad número uno para los votantes. Un 21% de los encuestados que se definen como probables votantes en las próximas elecciones han expresado su temor a perder su empleo en los próximos meses, y el apoyo a la promoción del libre comercio ha caído en cinco años del 57% al 28%. Esta inquietud social está alimentando las tendencias proteccionistas de muchos sectores del país, ha puesto al presidente Bush a la defensiva tratando de explicar los beneficios de la globalización y ha llevado al Congreso de EE UU a aprobar una legislación que trata de limitar la 'exportación' de empleos prohibiendo el outsourcing a países en desarrollo de ciertos tipos de trabajos financiados por el Gobierno federal.
Durante las primarias del Partido Demócrata, todos los candidatos presidenciales apoyaron políticas que llevarían al levantamiento de nuevas barreras comerciales, y en algunos casos a la renegociación de acuerdos de libre comercio. Los principales sindicatos estadounidenses, incluyendo el AFL-CIO, acusan la pérdida de millones de empleos a las 'prácticas comerciales injustas' y exigen la implementación de políticas que fuercen a otros países a abrir sus mercados a productos de EE UU. El candidato presidencial Kerry ha propuesto reformas fiscales para eliminar los incentivos a empresas que 'exporten' empleos, y para conseguir que las empresas estadounidenses paguen impuestos por sus beneficios en el exterior. También ha propuesto la inclusión de cláusulas en los tratados comerciales que establezcan estándares laborales y medioambientales mínimos. El resurgir de estas corrientes proteccionistas pone en peligro la conclusión de la Ronda de Doha, y lo que es aún más importante, el mantenimiento del sistema de libre comercio que EE UU ha liderado (con más o menos inconsistencias) desde la Segunda Guerra.
Estos temores son en gran parte infundados. EE UU ha tenido que enfrentarse a la fuerte competencia de países con menores costes, como Japón en los años cincuenta y sesenta, y fue capaz de desarrollar los mecanismos necesarios para poder innovar y continuar creciendo. La lección más importante de las últimas décadas ha sido que EE UU ha sido capaz de incrementar los niveles de vida de sus ciudadanos confrontando los retos competitivos que han ido surgiendo, no resguardándose detrás de políticas comerciales proteccionistas.
En realidad, la mayoría de los economistas atribuyen la recuperación económica con tasas relativamente altas de desempleo (jobless recovery) al crecimiento rápido de la productividad que permite a las empresas producir lo mismo (o más) con menos trabajadores. Pese a que el empleo en el sector de manufacturas cayó la década pasada más de un 11% en todo el mundo, la producción industrial mundial creció más de un 30%. En EE UU la productividad ha crecido desde 2000 a una media anual del 3,7%.
La clave es invertir en capital humano e innovación. EE UU debe de redoblar los esfuerzos para asegurar prácticas comerciales justas que les permitan acceso a otros mercados, pero lo más importante es que lideren este proceso con el ejemplo de sus propias políticas comerciales. Domésticamente será clave invertir en formación y ofrecer alternativas a los trabajadores desplazados por los efectos de la globalización. Sólo si la mayoría de los americanos percibe los beneficios del comercio internacional será posible conseguir los apoyos domésticos que permitan avanzar en el proceso de apertura comercial de la OMC y responder a las demandas de los países en desarrollo que exigen la eliminación total de todo tipo ayudas que distorsionan el comercio. La UE ya ha dado el primer paso. EE UU debe de recoger el guante y dar un nuevo impulso a la Ronda de Doha.