Oportunidad en la nueva UE
Hace años que diversos estudios vienen advirtiendo del retraso de las empresas españolas con respecto a los mercados de los nuevos socios europeos. Como ejemplo, en la década de 1993 a 2003, las inversiones directas de Francia en Polonia, el principal nuevo socio de la UE por el tamaño de su economía, representaron el 19,5% del total, y las de Holanda, el 13,8%. Mientras, las inversiones españolas alcanzaron un ridículo 0,6%. El dato es más preocupante porque EE UU ejecutó el 12,9% de los 67.000 millones de euros de inversión directa llegados al país. Cuando faltan seis días para la ampliación más trascendente de la historia de la Unión Europea, la situación sigue siendo la misma.
Al empezar a negociarse la ampliación con los 10, hace más de cinco años, había datos suficientes para constatar este inexplicable desinterés de las empresas españolas por las oportunidades que ofrece la ampliación. La pregunta es a qué se debe esa inhibición. Porque las condiciones en los nuevos socios son óptimas, tanto por razones fiscales como de coste de mano de obra o facilidades de inversión.
Energía, transportes, telecomunicaciones o medio ambiente son algunos de los sectores en los que las oportunidades de inversión son notables en la nueva área de la UE. Pero en ningún sector, ni siquiera el financiero, han realizado planes destacables las empresas españolas. Por el contrario, se ha extendido una ola de temor general a la deslocalización hacia aquellos u otros países de compañías instaladas en España. Esto demuestra una evidente falta de competitividad que se debe reparar. Las grandes empresas han demostrado su capacidad para internacionalizarse en Latinoamérica. Los datos sobre la nueva UE muestran que hay mucho camino por andar.