El significado de Kioto
La salud macroeconómica de España es buena pero, según el autor, existen algunos factores preocupantes, como el encarecimiento de la vivienda, provocado por los bajos tipos de cambio reales, y la escasez de medidas a largo plazo para fortalecer la competitividad
Según los datos provisionales del cuarto trimestre del año pasado, la economía española invirtió su tendencia en 2003 tras la desaceleración de los dos años precedentes, con un crecimiento real del 2,4%. España muestra una gran solidez si se tiene en cuenta la crisis que atraviesa Europa. Asimismo, la inflación bajó del 4% en 2002 hasta el 2,6% en 2003. En febrero del año pasado tuve la ocasión de participar en París, como miembro de la delegación inspectora de Japón, en el Comité de Evaluación Económica y de Desarrollo que la OCDE realizó sobre España, y esta cuestión fue motivo de análisis. Por ello, es una gran noticia saber que los precios se están conteniendo, un problema que amenaza la futura competitividad española.
Las cuentas públicas también arrojan datos saludables. Sin duda, las actuaciones de reestructuración financiera acometidas por el presidente Aznar tras alcanzar el poder permitieron la participación de España en el primer grupo de la zona euro, así como la actual bonanza económica.
El futuro de España está junto a Europa y pasa por contaminar menos, al incorporar más tecnología en los procesos de producción
En resumen, podemos decir que la gestión macroeconómica de España es buena. Sin embargo, desde mi punto de vista, existen algunos factores preocupantes. En primer lugar, el elevado precio de la vivienda. El encarecimiento tiene como base la mejora del nivel de vida de los españoles, pero también hay que prestar especial atención a los bajos niveles de los tipos de interés reales. Tras la entrada del euro, las políticas monetarias fueron traspasadas al Banco Central Europeo y, como consecuencia, los actuales tipos de interés se sitúan por debajo de lo que sería deseable si se tiene en cuenta la elevada inflación que registra España respecto a sus socios europeos. El efecto de los bajos tipos de interés es evidente si observamos el importante papel que juegan en el crecimiento tanto el consumo como la inversión en construcción. Pero el riesgo del 'encarecimiento de los activos en un contexto de tipos de interés inusualmente bajos' es un factor alarmante, especialmente desde el prisma de un japonés que ha visto crecer en su país una burbuja financiera e inmobiliaria y ha sufrido mucho tiempo las consecuencias de su estallido.
Por otro lado, creo que en España escasean las medidas a largo plazo encaminadas a fortalecer su competitividad. Por ejemplo, el gasto en I+D en proporción al PIB en el año 2000 supuso algo menos del 1%, muy por debajo de los niveles de Japón (3,2%), EE UU (2,7%), Alemania (2,5%), Francia (2,1%) o Reino Unido (1,9%). Con vistas a la ampliación de la Unión Europea y el presumible envejecimiento de la población, el aumento de la capacidad tecnológica es un asunto que no debe ser pasado por alto a fin de incrementar esta competitividad.
æscaron;ltimamente se oyen opiniones desde diversos sectores sobre la dificultad que tiene España para cumplir con los niveles de emisión de CO2 que establece el Protocolo de Kioto y la necesidad de revisar su contenido. Pongo en duda estas críticas, ya que este punto también estará ligado a la futura capacidad competitiva del país.
El Protocolo de Kioto fue aprobado en diciembre de 1997 en esta ciudad japonesa basándose en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Los países desarrollados acordaron establecer objetivos de reducción de gases contaminantes, regulados por un marco jurídico. En el caso de España, sus emisiones no deben superar en un 15% las registradas en 1990 (la UE debe reducirlas un 8% y Japón, un 6%). A fin de establecer una sociedad sostenible, este protocolo pone las bases para crear un futuro donde el medio ambiente y la economía sean interpretadas como un conjunto. Japón y la UE comparten dicha ideología y han unido sus esfuerzos para realizar este deseo.
Japón afrontó en el pasado graves problemas medioambientales, así como los efectos de las dos crisis del petróleo que, golpeando a los países desarrollados, fueron especialmente cruentas en nuestro país. No obstante, supimos superar estas dificultades mediante el esfuerzo empresarial encaminado a mejorar la tecnología y ahorrar energía, y gracias a este ímpetu Japón ostenta un puesto de liderazgo en el mundo en sectores como el de automóviles compactos poco contaminantes y de alto rendimiento en combustión o el de productos eléctricos de bajo consumo energético.
Todavía existen discrepancias ante la teoría del economista norteamericano Michael Porter: 'En la medida en que los niveles de regulación medioambiental en los mercados de los países desarrollados sean más exigentes, esta exigencia a cada país fomentará a largo plazo la innovación'. Pero, indudablemente, aquel que consiga adaptarse cuanto antes al problema medioambiental a través de innovaciones tecnológicas vanguardistas será el primero en obtener los beneficios en el marco del mercado mundial. Además, los 'fondos de inversión socialmente responsables' están aumentando su presencia entre los inversores institucionales, como por ejemplo los fondos de pensiones, modificando las pautas de inversión y el comportamiento del accionariado de las compañías. La tendencia a modificar los comportamientos empresariales se acrecienta aún más cuando estas empresas tienen una mayor presencia internacional.
Las medidas sobre cambio climático que se están acometiendo en Europa y en el mundo a través del 'negocio de los derechos de emisión' están tomando un papel cada vez más relevante dentro de la economía de mercado. Y ya nadie puede frenar el curso de los acontecimientos. Las conclusiones del Consejo Europeo de octubre pasado señalaron que 'una actuación continuada para mejorar la protección del medio ambiente y su sostenibilidad contribuirá a impulsar el crecimiento'. Es decir, el futuro de España está junto a Europa y pasa por contaminar menos, incorporando más tecnología en los procesos de producción.