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Tribuna
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¿Y si no estuviéramos convergiendo?

Los datos del padrón de habitantes correspondientes al 1 de enero de 2003, que se han hecho públicos recientemente, cifran oficialmente la población española en 42.717.064 habitantes, confirmando una aceleración del crecimiento de la población que alcanzó una tasa del 2,10% en 2002.

A mi juicio, esta aceleración obliga a introducir matices en la valoración del crecimiento económico español, ya que cuando la población aumenta a ritmos acelerados el crecimiento debe medirse en términos per cápita para obtener una visión más precisa de la evolución del bienestar. Así, el crecimiento de la renta per cápita española en 2002 fue negativo (-0,1%) porque el crecimiento de la población, según el padrón (2,1%), superó al del PIB (2%). Este ajuste también resulta relevante para comparar España con la UE si las tasas de crecimiento del PIB per cápita de España no resultan superiores a las de la UE.

Así, aunque las estimaciones de convergencia real que publica el Banco de España indican un proceso de convergencia real en el PIB per cápita de España frente al de la UE, si en vez de los datos de población de la contabilidad nacional del INE, que están basados en proyecciones sobre el censo de 1991, se utilizan los del padrón, el resultado es opuesto. El contraste se debe a que esas proyecciones no parecen corresponderse -ni en niveles ni en tasas de crecimiento- con los otros datos oficiales (censo y padrones) que ofrece la misma institución.

Profesor titular de Economía Aplicada de la Universidad de Salamanca.

Si se transforma la serie del Banco de España sustituyendo el crecimiento de la población de la contabilidad nacional por el que ofrecen los padrones, se obtiene un indicador corregido que refleja una divergencia en términos reales entre España y la UE. Nuestro PIB per cápita en 2003 supondría un 80,5 y no un 84,2 del valor de la Unión Europea. A la luz de estos datos, no habría motivos para la autocomplacencia con los resultados de la economía española. Las superiores tasas de crecimiento del PIB español tendrían que ver con los mayores aumentos de la demanda que implica el incremento de la población, además del empuje que está suponiendo la política fiscal expansiva y la política monetaria del BCE.

Esta ausencia de convergencia real es más preocupante si se considera que todos los estudios sobre crecimiento económico destacan que la variable clave que explica la mejora a largo plazo en los niveles de vida de los países es el incremento de la productividad del trabajo. Entre 1995 y 2002 España no sólo no ha conseguido cerrar la brecha de productividad, sino que se ha estado alejando de los niveles de nuestros vecinos, pasando de un 94,9 a un 92 de la media europea.

Además, los incrementos de productividad guardan una estrecha relación con los avances del conocimiento científico y técnico y no parece que esta área haya formado parte de las prioridades del Gobierno, manteniéndose un amplísimo diferencial entre España y la Unión Europea en el porcentaje del gasto en I+D sobre el PIB. Frente a un valor cercano al 2% en la UE, España apenas supera el 0,9% que ya se alcanzó en 1992, al final del anterior periodo de expansión. Esta enorme diferencia en el esfuerzo tecnológico hace muy difícil que el país pueda lograr una convergencia real con la Unión.

En definitiva, la confirmación del elevado crecimiento de la población que se desprende de los últimos datos avanzados por el INE implica una necesidad de huir de la autocomplacencia sobre la evolución de la economía española y de situar sólidamente, entre las prioridades del próximo Gobierno, la inversión en capacidades tecnológicas y la mejora de la productividad para garantizar la convergencia de la economía española con Europa.

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