Bancos centrales atados de manos
Cuál es la labor de un banquero central en la situación actual, marcada por la globalización y los riesgos deflacionistas derivados del estallido de la burbuja? En principio, intentar que el tren no descarrile, por lo que han establecido tipos de interés irrisorios. El cero en Japón, el 1% en Estados Unidos y el 2% en Europa donde, curiosamente, el BCE recibía hasta hace sólo unos meses críticas por su excesiva dureza. En las tres principales economías del mundo -China es caso aparte- los tipos de interés reales son negativos o cercanos al cero.
La situación la analiza con su habitual agudeza Stephen Roach. Son tres casos distintos pero que se enfrentan al riesgo de fallar ante las nuevas amenazas. El Banco de Japón ya ha fallado. Tras 15 años de crisis y una economía en deflación lo único que hace es dejar los tipos en el 0%. Lo que equivale a dimitir. Ahora, tristemente convertido en un operador de divisas, comprar dólares y yenes para ayudar en lo que puede a la economía.
Gracias a la traumática lección de Japón, Greenspan ha sido consciente del potencial destructivo del estallido de una burbuja en el precio de los activos. Su receta fue, primero, bajar los tipos de forma desenfrenada y, después, juguetear con las palabras y las declaraciones para mantener viva la llama de la recuperación. Pedalear sin caerse de la bicicleta.
No le queda otra, pues los tipos de interés ya no se pueden bajar. Pero en su empeño por superar la crisis se ha quedado sin armas para afrontar una eventual recaída y, además, la política actual es susceptible de crear una segunda burbuja para paliar los efectos de la primera.
Roach aprovecha para retomar un tema que las plusvalías bursátiles habían hecho olvidar, como es la necesidad de que los bancos centrales incluyan entre sus mandatos el control del precio de los activos. En tiempos puede que el control del precio de los bienes y servicios, reflejado en el IPC, fuese prioritario. Si hoy se pregunta a dos docenas de economistas, probablemente ninguno hable de la inflación como problema y sí se citen la deflación y otros efectos secundarios derivados de desequilibrios en el plano financiero. La interdependencia entre mercados de activos, flujos de capital y divisas, la deslocalización -que implica menos inflación- y otros fenómenos nuevos han modificado el perfil de riesgos.
El BCE ha adoptado una posición algo más constructiva en este aspecto, al menos en sus papeles de trabajo. Pero, a menos que las autoridades monetarias en conjunto cambien sus prioridades para incluir a los mercados de valores, estarán atados de manos ante los próximos factores de desestabilización.