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Columna
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Periodistas y sordomudos

Acabamos de celebrar, el pasado viernes 24 de enero, la fiesta de San Francisco de Sales, patrono de los periodistas, y a pesar de tantos y tan loables esfuerzos como los desplegados por la nueva junta directiva de la Asociación de la Prensa, apenas se ha notado. Es un hecho que conviene reconocer y analizar por las enseñanzas que encierra. Desde luego, los descontentos de siempre se dicen sorprendidos de que, por ejemplo, hayan alcanzado más brillo las fiestas patronales de los arquitectos, en honor de la Virgen de Belén, o las de las gentes de la adoración nocturna en torno a su San Tarsicio, que las del santo abanderado del periodismo, una profesión temida y honrada en cuyas manos queda en buena parte la tarea de administrar luces y oscuridades, famas y denuestos, prestigios y baldones.

Empecemos, en todo caso, por recordar que esto de erigir a una figura celestial como modelo a imitar y protector bajo el que ampararse por los currantes de cada uno de los oficios o profesiones tiene raíces antiguas. Su origen puede remontarse a los tiempos de los gremios y de las cofradías medievales y aun más atrás. Por eso las figuras patronales aparecen ligadas a los primitivos sistemas de asistencia mutua y de control reglado para el acceso al ejercicio profesional. A partir de ahí, en cualquier momento nos ilustrará Anson, fino y encumbrado especialista en apropiaciones excluyentes, sobre la culpabilidad de la izquierda en la pérdida de antiguos fervores.

El admirado colega razonará, sin esos complejos de derecha pacata que le son por completo ajenos, cuán negativa ha sido la turbia maniobra gauchista. Cómo, una vez más, la izquierdona del amor libre, la misma que se escandaliza de modo farisaico, según fulminante denuncia de Fraga, con las menudencias del alcalde de Toques -acosador de una menor según sentencia judicial-, confirma su negro y rencoroso afán de descristianizar España. Y lo hace probando a la postre su unión indisoluble con el comunismo intrínsecamente perverso y dirigiendo sus feroces ataques no sólo a la Navidad y a la familia (ofensivas que ya fueron denunciadas en los correspondientes números de canela fina) sino también a la veneración ofrecida y a la protección suplicada a los santos patronos, a quienes tanto debemos desde que figuran al frente de las más variadas actividades.

¿Sería imaginable la dimisión del director general de RTVE por manipulación informativa, como ha ocurrido en la BBC?

Pero mientras se despeña el río, se está secando la huerta, como nos prevenía Pemán en el Divino impaciente. Y aquí, seguimos discutiendo de devociones y fiestas patronales mientras a nuestro alrededor todo se mueve. Bien están las misas en honor de San Francisco y en memoria de los socios fallecidos, adelante con los almuerzos de confraternidad y las entregas de distinciones y reconocimientos pero, entre tanto, sin desmerecer por el momento a los instalados en la categoría de supervivientes, es inaplazable una mirada autocrítica sobre la forma en que se cumple con el ejercicio profesional y una toma en consideración de los ejemplos que cunden en otros países del Occidente cristiano a nuestro alrededor.

Véase, para empezar por lo más reciente, la Gran Bretaña, donde las críticas matizadas del juez Hutton al comportamiento de la BBC, incorporadas a su informe sobre las circunstancias que concurrieron en el suicido de David Kelly, se han saldado con la inmediata dimisión de su presidente, Gavyn Davies. ¿Sería imaginable entre nosotros, de modo análogo, la dimisión del director general de RTVE, José Antonio Sánchez, tras la condena judicial a TVE por manipulación informativa? Inútil suposición, cuando para cumplir el acuerdo reclamado por Comisiones Obreras el director de los informativos, Alfredo Urdaci, prefirió optar por aquel pitorreo del Ce, Ce, O, O por completo memorable.

Además, en otros pagos la asunción de responsabilidades ha afectado tanto a los máximos dirigentes de los medios informativos como a los redactores de a pie, como lo prueban los casos del director y el director adjunto de The New York Times, Howell Raines y Gerald Boyd, a consecuencia de las exageraciones de su redactor estrella, Jayson Blair, o la del reportero Jack Kelley del diario USA Today. Si en España un medio informativo hubiera visto venir la posible censura de un juez ¿no se habría anticipado diseccionando su biografía y sometiéndola al microscopio electrónico? En todo caso debe subrayarse que San Francisco de Sales es también patrono de los sordomudos, lo cual podría explicar muchos comportamientos.

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