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La opinión del experto
Tribuna
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Cuando una empresa se va

En una sociedad a la que, entre otros apelativos, se ha denominado sociedad de la información, todo el mundo reconoce la gran importancia de los medios de comunicación en la conformación de la opinión pública. Cualquier acontecimiento de cierto relieve es analizado en los diferentes medios, contrastando opiniones que intentan aportar luz al hecho, facilitando la toma de posición por parte de los ciudadanos. Profesionales de la información y especialistas en diversas materias aportan juicios desde su propia visión de los acontecimientos, ejerciendo una gran influencia en lectores u oyentes, quienes reconocen en los emisores de opinión una gran autoridad, si bien dependiente en buena medida del grado de acuerdo personal de quien juzga con la opinión emitida. Lo que resulta llamativo es la casi absoluta ausencia entre los opinadores, si exceptuamos a los medios especializados, de personas procedentes del mundo de la empresa, particularmente directivos y empresarios. Y sin embargo, muchos de los acontecimientos sobre los que se opina tienen como origen el mundo empresarial, sobre el que se acaba creando a veces una opinión distorsionada.

No quiero decir que sobre cada materia tengan que opinar sólo los que la conocen profesionalmente y me parece estupendo que desde otros campos y perspectivas se enjuicien los hechos, pero mejoraría la comprensión de las cosas si, en el campo de la microeconomía, se escucharan las opiniones de quienes desde un terreno práctico son protagonistas activos de lo que acontece. Los directivos deberían incorporar a su tarea la creación y transmisión de un pensamiento que explique a la sociedad la naturaleza de la empresa, las implicaciones que de su buen o mal funcionamiento se deriven para el conjunto de los ciudadanos, la lógica que se aplica en la toma de decisiones, etc. A falta de explicaciones de los responsables, otros suplirán tal información, recurriendo en muchos casos a afirmaciones demagógicas que distorsionan la imagen de la empresa y que son creídas a pies juntillas por muchas personas.

Así viene ocurriendo en los últimos días con la noticia del abandono de Cataluña de dos empresas multinacionales para instalarse en otros países próximos a incorporarse a la Unión Europea como miembros de pleno derecho. Se han emitido al respecto comentarios de todo tipo, pero no han proliferado, no he escuchado ninguna, las opiniones de quienes cada día se enfrentan con la problemática y compleja tarea de la dirección de empresas. Habría sido sumamente beneficioso que los directivos hubieran explicado cómo cambian las condiciones competitivas de los diferentes países con el transcurso del tiempo y precisamente, en virtud del desarrollo alcanzado y de la mejora de las condiciones de vida, del conjunto de la sociedad. Cómo esos cambios, claramente positivos, dificultan o imposibilitan continuar realizando actividades económicas que en las condiciones anteriores resultaban posibles. España fue en su día un espacio sumamente atractivo para la implantación de actividades productivas, o de simple ensamblaje, necesitadas de una mano de obra cualificada capaz de aplicar tecnologías cuyo dominio permanecía en los lugares de procedencia de las empresas que se implantaban. Esas condiciones se encuentran hoy con ventaja en otros países que han mejorado en conocimientos y que mantienen costes más bajos, o mucho más bajos, que los existentes en España.

No buscar enclaves más favorables en tiempo oportuno no significa apostar por el empleo

El problema no es específico de las empresas multinacionales, sino que afecta en general a todo el sistema productivo, por intensa que sea la noción de arraigo o pertenencia a un determinado entorno geográfico. No buscar enclaves más favorables en tiempo oportuno no significa apostar por el mantenimiento del empleo, que acabará desapareciendo si las condiciones existentes hacen imposible competir con quienes produzcan en otros territorios. Si no se comprende el fondo de la cuestión y se realizan las acciones necesarias para ajustar el sistema productivo a las condiciones internas de cada etapa histórica, nos quedaremos en un discurso descalificador de quienes se desplacen, deslocalicen, que a efectos prácticos no conseguirá modificar ninguna de las decisiones que los empresarios deberán adoptar para el mantenimiento de sus empresas. Tras las empresas multinacionales, siempre más ligeras de equipaje para cambiar de ubicación, veremos a empresas españolas seguir la misma trayectoria, con la diferencia de que estas últimas mantendrán sus centros de desarrollo, diseño, tecnología, etc., en sus lugares de origen. Es decir, lo mismo que las multinacionales. Estas situaciones no deberían vivirse como dramas, salvo para las personas directamente afectadas, ya que responden a la lógica del sistema económico en el que vivimos, sin que hoy por hoy exista alternativa. Las nuevas condiciones internas que impiden el mantenimiento de algunas actividades crean, por el contrario, el escenario preciso para la instalación de otras nuevas. Sobran las descalificaciones vertidas y las reacciones pueriles llamando al boicot de determinados productos y se echan en falta más opiniones de los directivos de empresa que trasladen a la opinión pública una visión objetiva de las exigencias que el mercado les plantea.

Ex presidente de Mondragón Corporación Cooperativa

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