El virus de Enron llega a Europa
La gran industria italiana no levanta cabeza. Cuando su gran símbolo, Fiat, aún pugna por salir con bien de una profundísima crisis, otro de sus estandartes, Parmalat, se ha visto envuelto en lo que promete convertirse en el mayor escándalo empresarial europeo en décadas. Los gravísimos problemas del gigante alimentario italiano van mucho más allá de un modelo industrial agotado. Entran de lleno en los excesos que provocaron el estallido del caso Enron, al que se sumó una larga lista de sociedades estadounidense.
Hasta el momento, el virus Enron, con las particulares excepciones de Vivendi o Ahold, no había afectado a Europa. Pero ahora amenaza con desatarse con toda su virulencia. La eclosión de la crisis de Parmalat deja en una precaria situación a todos aquellos que pronosticaron que la crisis de Enron nunca se produciría en Europa. El inquebrantable esquema de gobierno corporativo europeo, al menos sobre el papel, así como las rígidas normas contables, han saltado por los aires absolutamente destrozados. Además, el caso Parmalat pone otra cruz sobre la labor, largamente cuestionada, de las empresas auditoras (en este caso, Deloitte) o de agencias de calificación como Standard & Poor's.
La solución de urgencia anunciada ayer por el Gobierno italiano no deja de ser un parche y aboca al grupo a su total desmembración. Cualquier otro intento del Ejecutivo de Berlusconi de intervenir en la crisis pasaría por la inyección de capital público, algo que, sin duda alguna, contaría con la frontal oposición de Bruselas, como ya se encargó ayer de sugerir la Comisión Europea.
La cara española de las crisis también presenta un aspecto preocupante. El presidente de Clesa, Arturo Gil, insiste en lanzar un único mensaje: la independencia de la filial. Pero parece olvidar que Parmalat controla la empresa. Y cuando tu dueño está en problemas, tú también lo estás. Es más, los analistas ya están apostando a un cambio de propietario en Clesa.