Viaje a través de los jardines de Al-Andalus
El Patio del Yeso y el de las Doncellas, en los Reales Alcázares de Sevilla, o el de los Evangelistas, en El Escorial (Madrid), son algunos de los jardines españoles que descubre el libro Jardines de Marruecos, España y Portugal: un modo de vida compartido, editado por Malika Editions para la Fundación Telefónica Marruecos.
La obra, escrita por Mohamed el Faïz, Manuel Gómez Anuarbe y Teresa Portela Marques, aborda el concepto de jardín que se desarrolló en Al-Andalus gracias a un modelo de sistema hidráulico que procedía de Oriente Próximo. Este sistema hizo evolucionar la agricultura y creó un concepto de jardines que afectó a la economía y al arte. El arroz, algodón, la caña de azúcar, naranjas o limoneros se desarrollaron al amparo de esta cultura. Los textos se acompañan de fotografías.
En España y Marruecos, el arte de los jardines se remonta, a finales del siglo VIII, a la fundación de Córdoba y a la de Fez, ciudad que supo integrar las aportaciones provenientes de Córdoba y de Kairouan.
Más tarde, los periodos de renacimiento del arte de los jardines, correspondientes a los siglos XII, XIV y XVI, constituyeron puntos de encuentro con el legado de Al-Andalus. España y Marruecos son los únicos países que han conservado, con sus trazados y diseños originales, los jardines creados en el siglo XII, en pleno apogeo de la civilización de los almohades. El contacto con los nuevos estilos surgidos en Europa dio origen al modelo llamado hispano-morisco.
En el medievo portugués se desarrolló esta cultura en la zona de Gharb Al-Andalus (Andalucía occidental) hasta que la batalla de los Tres Reyes en 1578 frenó su expansión. La historia de los jardines en esta zona está marcada por la cohabitación y el enriquecimiento mutuo: el nombre de Portugal tiene su étimo precisamente en el nombre árabe de un árbol frutal paradisiaco, burtuqâl, que significa 'naranjo dulce'.