Un FMI sin identidad

El Fondo Monetario Internacional (FMI) está en crisis. Una situación que no es nueva, pero que se ha agudizado en los últimos meses, aunque las perspectivas de una revisión de sus objetivos y su estructura son ahora más lejanas que nunca. Las discusiones sobre el papel del Fondo en la resolución de las crisis financieras y la prevención de estos episodios centraban hace un año el debate en los foros multilaterales, azuzados por el interés de EE UU en proporcionar una solución menos costosa a los problemas del sistema financiero internacional. Ahora el debate ha desaparecido de encima de la mesa.

Lo peor es que, en el camino, el Fondo ha perdido la filosofía que acompañaba a sus programas de asistencia financiera. Acertados o no, lo cual también era objeto de debate, la ayuda del FMI venía acompañada del compromiso claro y firme del país receptor de adoptar una política de rigor presupuestario y unos objetivos macroeconómicos específicos, que debía cumplir para seguir recibiendo el dinero asignado en el acuerdo. La reciente solución aprobada para el caso argentino demuestra que el Fondo ha perdido en la actualidad incluso ese papel. Sólo el empeño de EE UU en no ampliar los numerosos frentes que ya tiene en la región ha hecho posible el acuerdo del FMI. Más aún, el caso de Argentina evidencia que es la voluntad de EE UU la que marca, ahora ya en exclusiva, el devenir de los acuerdos, lo que supone un golpe gravísimo al necesario multilateralismo.