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Tribuna
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No es oro todo lo que reluce

La Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA) ha publicado las cifras respecto a las altas en el régimen de autónomos español del primer trimestre del año: un total de 100.000 nuevas altas. Para España, los datos son alentadores si tenemos en cuenta que el contexto económico mundial está lleno de incertidumbres y la economía europea en su conjunto está prácticamente estancada con un 0,8% de crecimiento en la zona euro durante los primeros meses del 2003.

Los 100.000 nuevos trabajadores por cuenta propia ayudan a confirmar el moderado crecimiento y dinamismo de la economía española que ha crecido alrededor de un 2% durante el mismo periodo. No obstante, lo que más ha destacado la ATA no son las 100.000 nuevas altas, sino que el 53% de éstas sean mujeres. Ello podría sugerirnos que efectivamente, tal como avecinaban las feministas, el siglo XXI es para las mujeres, las cuales están relevando a los hombres en su protagonismo de dinamizadores de la economía mediante la creación de empresas.

Sin embargo, esta cifra esconde una dura realidad para las féminas: la mayor parte de estas nuevas incorporaciones en el régimen de autónomos no es sino una forma de huir del paro -que entre las mujeres llega hasta un 16% frente a un 8% entre los hombres- siguiendo la lógica de 'si no encuentro un puesto de trabajo por cuenta ajena, creo el mío'.

No es de extrañar, pues, que si analizamos sectorialmente estas nuevas incorporaciones, veamos que un 46,7% sea en el sector del comercio, seguido de un 19,7% en los servicios profesionales y un 10,1 % en el sector de la hostelería, tres sectores donde es tradicional la presencia femenina y en los que la inversión inicial necesaria sea relativamente modesta.

Se trata, además, y por lo general, de sectores maduros con poco potencial de crecimiento y poco escalables. Podríamos afirmar que en la mayoría de casos, las mujeres autónomas crean proyectos unipersonales o microempresas que tienen como principal objetivo cubrir la necesidad de un ingreso monetario y conseguir sobrevivir en un mercado laboral adverso. Así que la primera sugerencia del dato de 53.000 nuevas autónomas dinamizadoras de la economía española quedaría en entredicho.

De todos modos, si contemplamos esta situación de una forma más dinámica y abriendo nuestra perspectiva a la situación de la mujer en el mercado laboral en general, podemos constatar que en los últimos años ha habido notables avances.

Son bien conocidos la incorporación masiva de la mujer española al mercado de trabajo, el aumento de mujeres en puestos directivos -tanto privados como públicos- el incremento de empleadoras (según datos del Consejo Económico y Social existen alrededor de 185.000 mujeres que emplean a 10 o más trabajadores) y el crecimiento del número de trabajadoras autónomas.

Sin embargo, la conciencia de que todavía existe un largo camino para alcanzar la media europea en todos los parámetros anteriores puede significar un reto para las próximas mujeres -especialmente las jóvenes- que se incorporen en el mercado de trabajo.

Efectivamente, si una de las opciones de la mujer trabajadora es convertirse en autónoma, no debemos olvidar que esta forma jurídica corresponde al ejercicio propio de una actividad empresarial y, por lo tanto, si apostamos por nuevas incorporaciones de autónomas, deberíamos apostar también por apoyar a la mujer emprendedora, creadora de empresas con potencial de futuro, sostenibles, futuras empleadoras de trabajadoras y trabajadores e innovadoras.

Si no es así, corremos el peligro de que los nuevos proyectos empresariales sean simplemente una forma de supervivencia laboral y lleguemos a alcanzar la media europea en cantidad, pero no en calidad.

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