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Columna
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Las razones del fracaso de las pensiones

Me pregunta un lector acerca del porqué suelen hacerse análisis del sistema de reparto desde el punto de vista macro, pero no se hace de igual manera con el sistema de capitalización. La respuesta no deja de ser sencilla, porque no existe sistema de capitalización generalizado como el de reparto. Incidiendo en el sistema de reparto, las proyecciones que se realizan se hacen tomando los ingresos y gastos previsibles del sistema en el futuro, de aquí se llega a la archiconocida crisis para a partir de 2015.

Ahora vamos a interrogarnos por las razones que han provocado tal situación. Cuando comienza el reparto el sistema tiene unos fuertes excedentes -como ocurre en la actualidad con el régimen de autónomos- que se destinan a pagar pensiones a quienes carecían de cotizaciones suficientes desde una perspectiva de contributividad y a financiar el sistema sanitario.

Para apreciarlo pensemos en que, si las condiciones y requisitos para obtener una pensión se han endurecido en el tiempo -basta con examinar la reforma de 1985-, es que se ha avanzado en el sentido de la contributividad, o sea, que antes el sistema era menos contributivo. Es decir se gasta en gasto corriente el dinero que debería haber servido para financiar el futuro del sistema. Aun y con todo resulta imposible saber si con ese ahorro previsión hubiere bastado para sostener el desarrollo del sistema.

Desde luego hoy el sistema arrastra dos lacras, haber asumido el pago de las pensiones no contributivas y el enorme déficit de la seguridad social agraria. Resumiendo, se han pagado, y se pagan, cosas con dinero de cotizaciones sociales que deberían haberse pagado con impuestos. Ha pasado aquel disparate económico que se estudia en los manuales de destinar a consumo actual el ahorro a largo plazo.

Es curiosa en este punto la discusión de bajar cotizaciones sociales e incrementar el IVA, que desde un punto de política económica funciona del siguiente modo: se reduce el costo laboral y sube el precio del consumo interno, luego se gana en competitividad exterior, pero, claro, quien sufre es el consumidor -lo que se soslaya acudiendo a que la mejora en competitividad hace crecer la economía-.

Luego está el problema del retorno a la seguridad social del incremento en la recaudación del IVA. En España esto ya se ha hecho una vez, y está por ver que se haya devuelto la merma por ingresos en cotizaciones sociales.

Si a esto añadimos la frustración en las expectativas de los trabajadores cotizantes durante largos periodos de tiempo, que no ven compensadas sus aportaciones con lo que recibirán como pensión más tarde, llegamos a la profunda injusticia que representa la prevista crisis del sistema a medio plazo. Hace dos años en Alemania la propaganda gubernamental de la reforma de su seguridad social apelaba al sacrificio en beneficio de la juventud, retorciendo la situación real ¡El sacrificio era, precisamente, para los jóvenes!

Ocurre algo parecido a lo que significa la deuda pública como traslado del gasto a las generaciones futuras. Si se ve normal esto, debería también apreciarse como normal el traslado a ulteriores generaciones del déficit de la seguridad social, cuya financiación debería diluirse paulatinamente vía impositiva. Pero ello exige que el sistema actual se convierta en netamente contributivo para evitar la continuidad en los desfases. Siempre que en un sistema netamente proporcional en las contribuciones, se vuelve desproporcional a la hora de recibir, se está distorsionando, al exigirse más a unos que a otros, dando lugar a un sistema impositivo encubierto. Se exige más a unos que a otros, porque en un sistema de capitalización -llamémosle mejor de ahorro previsión- unos obtendrían con sus aportaciones un mejor rendimiento y otros peor.

La reciente y generalizada conciencia de los españoles de acudir a sistemas complementarios de previsión social no puede servir para hacer el avestruz ante el problema. Sería fantástico que cada cual se arreglase su situación y que, personalmente, no les afectara. Que puede que sí que suceda. Sería extraordinariamente injusto. Me viene a la memoria un conocido caso, fue el de un eminentísimo catedrático, que no ahorró al cotizar a varios de los muchos sistemas existentes a la sazón, con aquella legalidad tenía perfectamente asegurada la jubilación, cambió la ley y se estableció una pensión máxima por todos los conceptos.

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