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Futuro
Tribuna
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Sobremesas

Con las finanzas personales ocurre como con el fútbol, que todos tenemos una opinión fundamentada. Alfonso Gil recomienda beneficiarse de los recursos de entidades especialistas

Quien más quien menos en esta profesión tiene por suerte que familiares y amigos le confíen la gestión de su patrimonio. Todos ponemos empeño en postergar ese momento y, en caso de no poder eludirlo, todos los posteriores; en comidas familiares, bodas y reuniones, el tema de la evolución de las finanzas surge de forma ineludible y sobre él todos tenemos una opinión absolutamente contundente y fundamentada.

Salvando las distancias, algo parecido ocurre con el fútbol.

Sin embargo, las certezas fluctúan enormemente según el momento del ciclo que atravesemos. Así, después de estos últimos años difíciles, la balanza parece haber abandonado la autosuficiencia y la euforia para derrumbarse sobre la negación más absoluta, y aquellos agresivos y autónomos inversores de los noventa nada quieren saber hoy acerca de inversiones. La corriente arrastra hasta el punto de llevar a deshacer posiciones en niveles mínimos e invertir su patrimonio en productos cuya rentabilidad real es, en muchos casos, negativa, sin que ello responda a motivo o planificación alguna, sino a golpes de mercado y movimientos de masas.

La psicología del mercado es un elemento analizado por numerosos expertos que, sin duda, explica en alguna medida la toma de decisiones por parte de los inversores. Emociones como la euforia, el pánico, el narcisismo, la codicia y la envidia pueden ser reconocidas como propias en algún momento de nuestra experiencia inversora. Y estas emociones se multiplican convirtiéndose en tendencia cuando coinciden con las del resto del colectivo; así se convierte el temor en pánico y el optimismo en euforia, dando lugar a movimientos de masas que nada tienen que ver con fundamentos racionales y que, sin embargo, crecen exponencialmente retroalimentados.

Sentimientos de este tipo nos llevan a asumir riesgos muy por encima de lo que podemos tolerar, a seguir recomendaciones personales de amigos, vecinos o conocidos no fundamentadas, a no vender unas acciones que ya han rebasado con creces nuestro objetivo de revalorización o a realizar minusvalías en niveles mínimos de los índices, a pesar, incluso, de tener un horizonte de largo plazo.

La gestión profesionalizada de las inversiones es aconsejable y necesaria en cualquier caso, incluso en aquellas operaciones cortoplacistas o como forma de canalizar y optimizar las emociones antes descritas. En las entidades especializadas dedicamos enormes recursos y formamos excelentes equipos en aras de optimizar las oportunidades y minimizar los riesgos de unos mercados cada vez más complejos y sofisticados y, hoy por hoy, estamos en la mejor de las posiciones para afrontar con éxito el nuevo ciclo.

En estos días los índices bursátiles marcan máximos anuales consecutivos y en las comidas familiares vuelven a surgir las inversiones como tema de sobremesa. El mejor de los consejos es acudir al especialista, beneficiarse de los recursos de entidades globales líderes que puedan ofrecernos soluciones a medida respaldadas por reputados equipos de gestión y las herramientas más sofisticadas de la industria.

Posicionarnos, en definitiva, para rentabilizar el futuro próximo, sea cual sea nuestro perfil de inversión.

De cualquier modo, siempre nos quedará el fútbol.

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