La suma como método científico
Carlos Tió critica el informe del Círculo de Empresarios sobre la reforma de la PAC. El autor considera extravagante el método empleado por los autores, que concluyen que la agricultura española resta riqueza a la economía nacional
Es sorprendente que el Círculo de Empresarios y el presidente de su Comité de Política Económica, Fernando Eguidazu, se hayan interesado de un modo tan directo en la defensa de la reforma de la política agraria común (PAC) propuesta por el comisario europeo Fischler.
Tal vez lo más extravagante de su argumentación sea el método inductivo utilizado, basado en la suma, para concluir que la agricultura española no añade nada a la economía nacional, más bien resta riqueza, ya que su valor añadido y su aportación al PIB resultan negativos, al restar de dichas macromagnitudes la adición de las subvenciones de la PAC, el déficit de la Seguridad Social Agraria y las que se conceden a determinados inputs agrarios, como el agua y el gasóleo, de un modo directo o indirecto. Por razones de espacio, no trataré el fondo, centrándome en el método seguido, así como en la conclusión: el apoyo a la propuesta de la Comisión.
El método de sumar cantidades numéricas, nada significa si no existe un análisis de la naturaleza y los destinatarios de dichas subvenciones. Es obvio que la PAC es hoy una miscelánea de programas, algunos irracionales, cuyos objetivos y beneficiarios son muy diversos. ¿Por qué sumar el déficit derivado de las pensiones de los agricultores del pasado, con las subvenciones a los agricultores actuales y adjudicárselo, todo ello, a la agricultura del presente, como actividad económica? Cuando tanto se elogia la reforma llevada a cabo en Nueva Zelanda, ¿se ha considerado la carga fiscal que soporta el gasóleo agrícola en aquel país? ¿Consideran realmente riguroso utilizar un precio medio de 3,03 pesetas/m3, para el consumo de agua agrícola en España? En su comparación con el precio urbano, ¿tienen en cuenta los costes asociados, por calidad, por garantía de suministro..?
El método de la suma, carente de análisis, nos arrastra a una conclusión paradójica: la agricultura española resta riqueza a este país. Este extremismo antifisiócrata, tan pasado de moda como aquella antigua doctrina, contrasta con el hecho de que, a pesar de las limitaciones climatológicas y físicas del territorio, siendo España el país más montañoso de la UE, a pesar de todo ello, el sector agrario presenta un excedente comercial positivo con el exterior, debido a su capacidad empresarial. Bien es cierto que uno de los protagonistas, aunque no el único, de este superávit es el sector hortofrutícola, que apenas recibe subvenciones directas. Al menos eso se dice, al no haber sumado las inversiones públicas previstas en el Plan Hidrológico Nacional (más de tres billones de pesetas) o en el Plan de Regadíos (medio billón de pesetas). Lo cierto es que, ya puestos a sumar sin sentido, ¿por qué unas cantidades y no otras? Al incluir globalmente los gastos completos del Feoga, se incorporan partidas con objetivos medioambientales y territoriales, de desarrollo rural, de fomento a la transformación industrial.
Por tanto, ¿por qué no restar las escuelas cerradas en el medio rural o su déficit en infraestructuras, sanidad y bienestar social en general?, ¿por qué ha emigrado la población, a pesar de la generosidad de la política agraria?
De cualquier modo, parecería más lógico que el informe propusiera una disminución o supresión de estas subvenciones y no, como hace la propuesta Fischler, su consolidación y mantenimiento hasta 2013, a través de una adaptación del sistema de ayudas directas denominada desacoplamiento.
En este punto se argumenta con manifiestos errores de concepto. Se dice que con el actual régimen de ayudas, cuanto más producen los agricultores, mejor, ya que perciben más subvenciones.
En las producciones sometidas a la reforma propuesta esta afirmación es falsa, desde 1992; en todo caso, a mayor superficie sembrada, cobran una menor subvención unitaria, debido a las 'penalizaciones'. Sólo ocurre al contrario en el caso del aceite de oliva, y con penalizaciones, aunque no es un producto sometido a esta reforma, por ahora. De cualquier forma la propuesta de establecer el 'hecho generador' del derecho a la subvención en una 'referencia histórica' constituye una notable insensatez.
El conjunto del análisis que se aporta sobre la reforma Fischler es equívoco, como de hecho el que efectúa la Comisión Europea en su defensa: favorecerá las producciones de calidad, beneficiará a los países en vías de desarrollo, los consumidores podrán alimentarse con un notable descenso de precios... Baste con recordar las recientes noticias sobre la situación en el mercado del café, producto sometido al libre comercio internacional debido a su localización en países con 'ventajas comparativas' obvias, ya que es imposible producirlo en Europa, así como observar cómo funciona dicho mercado, o el del petróleo, para comprobar la calidad del café que consumimos, la velocidad en el desarrollo de dichos países productores, así como los enormes beneficios que se derivan de ello para los consumidores europeos debido a los precios, precisamente en momentos como el actual, en que se encuentran hundidos en los mercados de origen.
Sería interesante analizar en profundidad cómo repercuten en los precios finales de consumo las variaciones en origen, precisamente en sectores oligopolísticos como éstos, basados en el libre comercio internacional.
Análisis tan carentes de rigor como los que aquí se comentan nos alejan de la necesaria crítica de la PAC y de la búsqueda de soluciones más racionales social y económicamente. Pero no son intrascendentes políticamente. Sin duda alimentan posiciones ideológicas bien representadas en el actual Gobierno, aunque dinamitan la posición oficial española que representaba, hasta ahora, el ministro de Agricultura.
Tal vez, su mayor virtud sea abrir un debate importante para la sociedad española. Regiones enteras como Castilla y León, con pocas 'ventajas comparativas' en la producción de cereales, azúcar, leche, etcétera, ¿cómo se verían afectadas en su economía global, si se sustituyeran dichas producciones por la caza, la repoblación forestal o el turismo rural?, tal y como indirectamente propone el informe.
¿Se han ensayado simulaciones a través de una tabla input-output regional de los efectos de la desaparición de dichas producciones, poco competitivas a nivel internacional, sobre los sectores inducidos? Habría que considerar no sólo la industria alimentaria, también la suministradora de inputs, la construcción y el transporte... Sin duda volveremos a hablar de todo esto en el futuro y, si es preciso, en cualquier foro.