Las dos caras del País Vasco
Un país al revés. Esta definición de Euskadi se ha instalado en una buena parte de la ciudadanía vasca. Su base carece de rigor científico pero está cimentada en hechos, actitudes y realidades que conforman una comunidad donde todos los indicadores en materia económica y social le sitúan en los lugares de privilegio en el panorama nacional, pero también donde cerca de 40.000 personas están amenazadas, según los datos que maneja la coordinadora Gesto por la Paz.
Estas elecciones serán una auténtica prueba para los aspiraciones de los nacionalistas democráticos. De conseguir un resultado positivo, es decir, una mayoría que les permita gobernar en las tres diputaciones forales y en los ayuntamientos de las tres capitales vascas, Ibarretxe se consideraría más legitimado para poner en marcha una consulta popular sobre su plan soberanista, que será sometido a discusión en el Parlamento vasco, donde no tiene mayoría, el próximo mes de septiembre.
La situación económica en el País Vasco va razonablemente bien, aunque, al igual que las economías de su entorno, nota la ralentización. La bonanza de los últimos años y, sobre todo, la posibilidad de gestionar gran parte de los ingresos fiscales como consecuencia de la recuperación del Concierto Económico -Álava no dejó de disfrutarlo durante el largo periodo franquista- han permitido dibujar una autonomía con un alto grado de bienestar social comparable con los países de referencia de la Unión Europea. 'Cuando la economía española va bien, la vasca tiene un mejor comportamiento, pero cuando va mal aquí se intensifica', asegura Roberto Velasco, profesor de Economía Aplicada de la Universidad del País Vasco.
Funcionar en una burbuja
Parece que en Euskadi la economía funciona en una burbuja. Hasta ahora no se ha contaminado de factores externos como la violencia y la falta de consenso político, que ha suscitado una profunda división entre la ciudadanía, ya que más de 903 personas llevan escolta y otras 310 tienen protección, según un reciente informe presentado por Javier Balza, consejero de Interior del Gobierno vasco. Este dibujo, en el que populares, socialistas clase empresarial e incluso periodistas, tienen los peores trazos, permite a algunos mirar hacia otra parte, como si nada ocurriera porque la historia no va con ellos, lo que ha provocado un importante deterioro moral, difícil de superar a corto plazo.
Consenso de mínimos
¿Durante cuánto tiempo se mantendrá este esquema, sin que se produzca una fractura social y caigan los pilares del bienestar? Expertos consultados apuestan por alcanzar un consenso de mínimos que permita una regeneración de la sociedad y de todos sus resortes.
Las recetas para superar esta etapa están diseñadas, pero muy pocas de ellas han sido aplicadas. La tarea no es fácil, dado el alto grado de autismo de los políticos que ejercen en el País Vasco.
Los dos frentes, el constitucionalista ligado al PP y el PSE-PSOE, aunque este último con un tinte más autonomista, y el nacionalista democrático encabezado por PNV y EA, apuestan por discursos segregadores más que aglutinadores e integradores.
Batasuna se mantiene en un constante baile entre la legalidad y la ilegalidad, lo que ha provocado que su presencia en esta contienda electoral esté cuestionada por la actuación judicial. Su incierto futuro puede dejar en manos de los nacionalistas democráticos el paraguas donde cobijarse, aunque si piden a su militancia el voto nulo, ese trasvase quedaría cortado y dejaría a algunos ayuntamientos vascos controlados por Batasuna en una incierta situación de futuro. El PP y el PSOE, los más atosigados por ETA, han presentado el mayor número de candidatos.
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Han incorporado nombres ilustres procedentes de otras zonas españolas. Así, Aznar, por ejemplo, aparece como candidato a concejal en el último puesto de lista del PP en Bilbao, mientras que el PSOE presenta al Ayuntamiento de San Sebastián a la ex ministra Cristina Alberdi y a Mireia Lluch, hija del asesinado socialista Ernest Lluch. Estas dos aspirantes a ediles aparecen en los últimos lugares de la lista confeccionada por Odón Elorza.
Izquierda Unida, por su parte, baila entre dos aguas. Apuesta por dar continuidad a la política de Ibarretxe, pero pone en duda su plan de libre adhesión a España. Su postura deberá quedar clara en el debate que se producirá el próximo mes de septiembre en el Parlamento vasco.
El escenario en el que deberán trabajar los partidos vascos después de las elecciones necesita una profunda mejora. Roberto Velasco, en sintonía con el conjunto de las formaciones democráticas que concurren a estos comicios, apuesta por el fin de la violencia. La desaparición de esta lacra posibilitaría una potenciación de las inversiones, tanto internas como procedentes del exterior.
La estabilidad institucional y política se presenta también vital para la economía. Esta tesis también es defendida por Ramón Rabanera, actual diputado general de Álava y candidato a repetir en el puesto. El objetivo se presenta difícil si no se consigue un consenso sobre el marco político y se mantienen las altas dosis de sectarismo y radicalismo que impregnan la sociedad vasca.
El modelo de engarce con España, en su sistema actual o en el esquema con el que trabaja Ibarretxe, es una de las claves del consenso de mínimos para intentar regenerar la sociedad vasca. A este pacto deberían sumarse las instituciones, los partidos políticos, sindicatos y los propios empresarios, junto con el conjunto de la ciudadanía para superar la actual situación de violencia y mantener unos niveles de bienestar similar a los actuales.
La tarea, pues, es ingente y necesita de cambios radicales. El profesor de la Universidad del País Vasco apuesta por un liderazgo 'que extienda entre los vascos más el apego al futuro compartido que la melancolía del ayer imaginado. Un liderazgo capaz de aunar voluntades y recursos públicos y privados'.
A este arduo trabajo deben aplicarse con finura y cintura los partidos que sustentan el Gobierno vasco y la Administración central y el PSOE, la bisagra que puede servir para normalizar una situación de desencuentro institucional.
Apertura al diálogo
Estas elecciones, que en el País Vasco servirán para renovar ayuntamientos y diputaciones forales (gobiernos provinciales), deberían suponer la apertura de un nuevo marco de diálogo político para superar el parón que se está produciendo en algunas instituciones.
Vizcaya y Guipúzcoa, por ejemplo, llevan dos ejercicios consecutivos con presupuestos prorrogados y el Ayuntamiento de Bilbao lleva todo el mandato con unas cuentas generales en la misma situación. Es el único gran municipio español donde su alcalde, pese a sus reiterados esfuerzos y anuncio de pactos, no ha conseguido aprobar sus presupuestos.
El profesor Velasco sentencia que es urgente el consenso político que la economía y la sociedad vasca reclama 'hace tiempo desesperadamente, mientras contempla cómo se dilapida inútilmente una parte nada desdeñable de su antaño y todavía hoy potente capital social'. El resultado de estas corrientes divergentes se verá el próximo 25 de mayo.