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Herramientas

La responsabilidad social se puede medir

Todo el mundo habla de ello, pero pocos saben definirlo y, desde luego, nadie se atreve a cuantificarlo. El concepto de responsabilidad social ha entrado con fuerza en el mercado español y se ha instalado, aparentemente sin resistencia, en el seno de las grandes empresas y organizaciones de nuestro país. El lema es, en pocas palabras, que hoy en día ya no basta con obtener unos buenos resultados económicos, sino que es importante cuidar el modo en que éstos han sido obtenidos.

Es en ese contexto en el que Deva Comunicación Financiera, una consultora de gestión empresarial, ha decidido crear una herramienta denominada cuadro de mando de sostenibilidad. El objetivo de este servicio es ayudar al consejo de administración y a los directivos de la empresa a lograr tres grandes metas: evaluar el riesgo que tiene su actividad en el ámbito de la responsabilidad social, hacer un seguimiento de sus progresos en este campo y aprender a comunicar los éxitos e iniciativas. Es, en otras palabras, un medio para medir e impulsar la responsabilidad social. 'Nuestro trabajo consta de tres etapas bien diferenciadas: un periodo de diagnóstico, un plan de acción y un sistema de seguimiento', explican Gonzalo Lacalle, Josu Ugarte y Joaquín Garralda, tres de los socios y consejeros de la empresa.

Como primer paso, Deva elabora el diagnóstico 'para determinar la situación de la empresa frente a la responsabilidad social, tanto por sí misma como comparada con otras empresas, y detectar los puntos débiles'. Como resultado de esa radiografía se clasifica a las empresas en seis niveles, según su grado de desarrollo. Así, las compañías que se hallan en el nivel uno son aquellas 'a las que les hablas de este tema y te dicen que es muy importante, pero no tienen nada previsto', explican. A continuación, se encuentran las clasificadas en el nivel dos, aquellas empresas que cuentan con protocolos de actuación escritos, 'pero no los llevan a la práctica'.

Dialogar

Las empresas del nivel tres no sólo tienen protocolos, sino que los aplican, mientras que las de nivel cuatro desarrollan mecanismos para mejorar de forma continua. Tras ellas se sitúan las de nivel cinco, que comunican sus iniciativas al mercado, clientes y proveedores y, finalmente, las de nivel seis, aquellas empresas que dialogan con el mercado e incorporan sugerencias, 'ya sean de organizaciones no gubernamentales, clientes o proveedores'. Una vez finalizado este proceso se inicia la segunda fase, en la que se diseña y se coordina el plan de acción que deberá adoptar la empresa y se ponen en marcha mecanismos correctores 'para disminuir las posibilidades de que ocurran hechos negativos'. Es en este periodo en el que se designa a un responsable de coordinación del plan y a los responsables dentro de las distintas áreas implicadas.

La última fase, denominada de seguimiento, implica una revisión periódica del plan para comprobar y actualizar el cumplimiento de los objetivos. Según Deva, el plazo medio de implantación es de siete semanas, aunque depende de las características de cada empresa.

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