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Lealtad, 1

Cuando Bush extiende la mano

Los presidentes de Estados Unidos tienen que mantener apariencias de seres todopoderosos. Otra cosa es que lo sean. Por ello, se rodean de asesores en todos los campos de la actividad social, política y económica. Nadie puede resistirse a la invitación. Bush cuenta con numerosos asesores económicos, generalmente empleados en firmas de Wall Street.

Han sido éstos los que han susurrado al oído del presidente que no puede jugar de manera repetitiva con los tiempos, porque es lo que más odian los mercados. Las Bolsas ya apostaron una semana antes del comienzo de la invasión a Irak por un conflicto corto y sin sangre, justo una semana antes (¿alguien sabía algo o es una simple cuestión de precisión intuitiva de la Bolsa como sucede en otras tantas operaciones confidenciales?).

Fue el presidente de Estados Unidos el que echó agua fría la madrugada del 20 de marzo al señalar que el conflicto iba a ser más largo de lo esperado. Los mercados reaccionaron como gato escaldado. A los días siguientes dominaron las volatilidades hasta que en el fin de semana se ha vuelto al mismo guión, al de una guerra que incluso podría adentrarse en el verano. La reacción de las Bolsas, el lunes, fue de auténtico batacazo.

Por eso, los asesores le han dicho al presidente que ya está bien, que cambie de discurso. Bush ha dicho ahora que todo va bien y muy rápido. De los efectos colaterales nadie sabe mucho, sólo lo que envían los propagandistas a través de diferentes medios.

La mano de Bush ha vuelto a salvar los mercados justo cuando a los índices les temblaba la tierra bajo los pies, justo cuando se olfateaban mínimos. Es curioso este fenómeno. Sucedió lo mismo una semana antes de la guerra. Siempre hay alguien misterioso que toca la campana salvadora para evitar que el púgil se desplome sobre la lona. Eso sí, los volúmenes reales son demasiado cortos.

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