¿Alemania ante el abismo?
Si leemos lo que se ha publicado sobre la economía alemana últimamente, uno puede tener la sensación de que la principal economía de la UEM parece encontrarse ante un abismo: aumento del desempleo hasta cerca de 4,5 millones de personas, crecimiento del PIB real de tan sólo un 0,2% en 2002, déficit público que supera ampliamente el límite máximo del 3% del pacto de estabilidad y crecimiento, caída de la Bolsa alemana muy por encima de lo que lo han hecho el resto de las Bolsas de la UEM, etcétera.
Parece empezar a extenderse una sensación de que el llamado modelo alemán -basado en la interlocución y el diálogo fluido entre sindicatos, patronal y Gobierno- está agotándose en un proceso parecido al que experimentó la economía japonesa en los años ochenta y que la ha sumido en la mayor crisis de la posguerra, con casi ya una década de estancamiento económico, deflación y caída de los precios de los activos bursátiles e inmobiliarios. Las noticias de esta semana referentes a la ruptura de las negociaciones tripartitas sindicatos-Gobierno-patronal para el llamado Pacto por el Empleo refuerzan esta sensación.
Mientras el PIB real de EE UU creció entre 1995 y 2002 a una tasa media del 3,2%, el de la economía alemana lo hizo a una de sólo un 1,5%. Alemania, por tanto, no goza aparentemente de vientos favorables, y lo que constituyó un modelo después de la Segunda Guerra Mundial empieza a mostrar signos claros de agotamiento. En este contexto, las llamadas a la adopción de un conjunto de reformas estructurales que modifiquen de forma sustancial el funcionamiento de los mercados (de bienes, servicios e inputs productivos) y hagan menos oneroso su Estado de bienestar son cada vez más insistentes.
Alemania debe afrontar e implementar una serie de políticas y reformas estructurales para mejorar el funcionamiento de su economía y su capacidad de crecimiento a largo plazo, pero la idea de que el modelo está agotado y que Alemania se encuentra ante la necesidad de cambiarlo radicalmente puede ser discutible por varias razones.
En primer lugar, aunque el diferencial de crecimiento del PIB entre 1995 y 2002 haya sido de 1,7 puntos porcentuales, hay que considerar que el crecimiento de la población en EE UU ha sido en estos años del 11,4% (1,4% anual), mientras que en Alemania no ha alcanzado el 1,3% (0,16% anual). Así, aunque tomando como base 100 el año 1994 para el PIB norteamericano el año 2002 tendríamos 128,5 y tan sólo 112,3 para Alemania, en términos per cápita (es decir, la riqueza generada por cada ciudadano del país) las cifras serían 115,3 y 110,9, respectivamente. Las diferencias, por tanto, disminuyen notablemente.
En segundo lugar, no debemos olvidar el tremendo esfuerzo de solidaridad que Alemania lleva haciendo desde principios de los años noventa en dos frentes: la antigua Alemania del Este y la UE. ¡Sólo en este último caso estamos hablando de unas transferencias netas que suponen una cifra cercana al 1% de su PIB cada año! Parece claro, por otro lado, que situar al antiguo satélite de la URSS a un nivel parecido a lo que era Alemania Occidental ha sido, es y será una tarea más ardua y más costosa de lo que las estimaciones iniciales anticipaban.
En tercer lugar, Alemania, como uno de los principales productores y exportadores de bienes de capital del mundo, es especialmente sensible al ciclo mundial y al crecimiento del comercio internacional. La actual desaceleración de ambos afecta, por tanto, especialmente a la economía germana, pero en contraposición debería verse beneficiada en mayor medida (al menos en términos per cápita) una vez mejore la situación.
Finalmente, existe la posibilidad de que la política monetaria implementada por el BCE desde el inicio de la UEM haya sido algo restrictiva para Alemania. La inflación media en este país entre 1999 y 2002 fue del 1,6%, mientras que la media para la UE sin incluir Alemania superó el 2,1%. Al articular el BCE la política monetaria en función de las necesidades percibidas en el conjunto de la UE, el razonamiento de que, en media, los tipos de interés oficiales han sido para Alemania algo más altos de lo que hubieran sido en caso de no formar parte de la UEM, parece bastante sólido.
Alemania puede tener problemas y debe articular políticas para afrontarlos. Pero hablar del fin del modelo alemán o ponerla al borde de un abismo (muchas veces en contraposición a la economía estadounidense) puede ser prematuro.