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Columna
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Europa tiene fiebre

La economía del área euro muestra diversos síntomas de malestar: no sólo hace evidente que falta unidad política, sino además tiene debilidad económica. Los síntomas son variados: los datos de producción industrial o las ventas de automóviles en los países del área. Lo que no se sabe es si esto es un mero resfriado, al que no sienta nada bien el frío proveniente de Irak, o son síntomas de una enfermedad de mayor calado.

El indicador sintético de actividad económica publicado por el Centro para la Investigación de Política económica (EuroCoin) ha mostrado una caída en enero. Este indicador mostraba cierto crecimiento durante la primera parte de 2002, pero pasó a estabilizarse en verano y a caer en el último trimestre, siendo el descenso especialmente destacable en diciembre del año pasado y en enero de este año.

Esta impresión es corroborada por el índice de producción industrial de la zona, que en diciembre descendió un 1,5%, después de parecer que se había estabilizado. Si el consumo se retrae, como parece indicar el comercio minorista de noviembre, volveremos a entrar en una etapa de crecimiento muy modesto, en la zona baja de las previsiones (inferior al 2% para el área euro).

Como señal de que puede haber elementos más de fondo que el ciclo, se puede considerar el nulo crecimiento de la productividad en los últimos años. En parte el escaso avance de la productividad se explica por la mala coyuntura, que se traduce en una reducción de la producción, pero que no lleva aún a una reducción en el empleo. Daniel Gros señala, en un artículo reciente en el Centro para los Estudios de Política Económica (The european economy at a standstill), dos factores que combinados pueden explicar la pobre productividad europea, que son la falta de impulso en la desregulación y la importancia de la industria en la producción económica.

Apesar de que se han hecho progresos, aún hay países resistentes a la introducción de ideas o métodos de producción nuevos (hay sectores que están muy regulados) y si, además, la introducción de nuevas tecnologías deriva en la necesidad de recolocar un porcentaje elevado de asalariados (lo que ocurre si el sector industrial tradicional es grande), pero nos encontramos con que las regulaciones sobre el empleo lo dificultan, el resultado que se obtiene es una pobre productividad. Por lo tanto, uno de los problemas que adolecen las economías del área euro es el escaso avance en las reformas estructurales. Una pregunta que puede hacerse es dónde ha quedado el espíritu de la Cumbre de Lisboa en 2000, cuando se afirmó el propósito de hacer en 10 años de la UE el área mas competitiva del mundo.

Es posible que según se ha avanzado en desregulación nos hayamos encontrado resistencias provenientes de dos frentes. Por un lado, grupos de presión que defienden intereses propios; y por otro, los propios Gobiernos que se han enfrentado a la reciente depresión. Posiblemente esto contribuya a la apatía que parece percibirse por el proyecto europeo en la actualidad.

Pero la apuesta que se hizo al establecer el proyecto de unión económica y monetaria debe seguir en pie, aunque parezca hacer falta un recordatorio sobre las ventajas de la unión frente a las políticas aisladas.

En su último boletín de febrero, el Banco Central Europeo apuntaba a la falta de progreso en las reformas estructurales como uno de los factores claves que están dañando la recuperación en la confianza de consumidores e inversores. En ese mismo análisis se apuntaba al efecto positivo sobre la inflación de la apreciación reciente del euro, así como a que la liquidez, aunque amplia, no parece contribuir a presiones inflacionarias. Afirman también que los tipos de interés del área euro son suficientes para contribuir al crecimiento económico a lo largo de 2003.

Desde la fecha en que se publicó ese boletín algunos organismos internacionales han bajado las previsiones de crecimiento debido a la incertidumbre política. æpermil;sta está contagiando de incertidumbre a las decisiones y a las previsiones económicas. Y por tanto la política económica también se encuentra a la expectativa. En este escenario, una bajada de los tipos de interés sólo proporcionaría un estímulo parcial cuando la fiebre europea necesita una medicina de mayor calado.

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