La amenaza de guerra y la caída del dólar centran la atención de las Bolsas
La euforia de comienzo de 2003 baja de intensidad a medida que pasa el tiempo. Los participantes en el mercado, que en la coyuntura actual son los traders y especialistas en derivados, observan que el inversor final sigue en sus cuarteles de invierno y que falla, por tanto, el dinero de relevo para que los índices sigan al alza.
Los inversores finales, tanto los institucionales como los privados, saben que nada ha cambiado en los últimos meses. La amenaza de guerra es tangible; el precio del barril del petróleo sigue en la estratosfera, con el consiguiente impacto negativo en la economía de los países industrializados; el dólar mantiene una impecable tendencia a la baja y los resultados de las empresas no invitan a tirar cohetes.
Coinciden los expertos en la idea de que la amenaza de guerra y la evolución del dólar son determinantes en la coyuntura actual, más, incluso, que los resultados de las empresas, porque éstos no aportan grandes novedades salvo esa moda de levantar expectativas negativas para el primer trimestre de 2003.
La amenaza de guerra como sinónimo de incertidumbre provoca reacciones variopintas entre los profesionales de la Bolsa hasta detectarse ya un número amplio de posiciones a favor del inicio de la misma. Gran parte de las incertidumbres actuales, señalan muchos gestores, quedarían eliminadas con el comienzo del conflicto. Y mejor, añaden, si la duración del mismo es breve y no se registran tensiones más allá del área de actuación bélica.
Respecto a la evolución del dólar, los mercados de acciones europeos se han comportado con calma relativa. O lo que es lo mismo, no se han detectado sobrerreacciones al modo de las observadas al comienzo del verano pasado, cuando el dólar comenzó ya a dibujar lo que hoy es una carrera a la baja.
Son los mercados de acciones estadounidenses los peor librados. Se confirma, de este modo, la tesis de que la mayor parte de los flujos internacionales que se han dirigido en los últimos años al área del dólar han sido colocados en acciones dada la pérdida de interés de los bonos del Tesoro, que tradicionalmente servían de refugio a los capitales extranjeros.
Estas dos circunstancias han provocado una desviación de la atención de los inversores de otros asuntos como la publicación de los resultados empresariales. El cómputo de los divulgados deja las cosas como estaban en Wall Street. Sin extraordinarios, el PER medio del S&P 500 sigue por encima de las 30 veces. Con extraordinarios, en las 19 veces.
La moda de las expectativas falsas
Los agitadores de Wall Street siguen pedaleando para que la bicicleta de la Bolsa no se pare. Para ello inventan uno y mil trucos. La moda reciente es la de las falsas expectativas empresariales.Las numerosas empresas que han publicado resultados en Wall Street durante las dos últimas semanas han compartido una misma posición de futuro. Los resultados del cuarto trimestre han estado en línea con lo esperado, incluso han sido mejores en determinadas compañías emblemáticas, pero los del primer trimestre de 2003, dicen, serán más débiles. Esta presunción es la misma que la observada al cierre del primer semestre de 2002. Muchas empresas lanzaron advertencias negativas, que luego no se cumplieron. La moda es ahora más tangible. Es fácil aventurar que los resultados del primer trimestre serán mejor que lo que ahora se presenta como una advertencia negativa. Hay compañías, como Coca-Cola, que decidieron hace unos meses no participar en este juego, a todas luces infantil. Los resultados serán los que sean cuando toque presentarlos.