El precio del turismo
La caída en 4,7 puntos de la ocupación hotelera en 2002, cuya confirmación oficial viene acompañada de una subida del 4,9% en los precios del sector, casi un punto por encima de la tasa de inflación, parece motivo suficiente para que todos los agentes con responsabilidad directa o indirecta en la primera actividad económica de España se comprometan en una profunda reflexión. Se trata de analizar los efectos que el mantenimiento de políticas comerciales poco coherentes con la evolución de la demanda internacional, y las tensiones inflacionistas de nuestra economía, están teniendo en la pérdida de competitividad de la que sigue siendo nuestra primera industria nacional frente a los principales competidores. Deterioro que ya admiten, incluso, los propios empresarios.
El turismo mueve cerca de 70.000 millones de euros anuales, que suponen el 12,1% del PIB español, y emplea a 1,5 millones de personas, aproximadamente el 10% de la población activa. El extraordinario periodo de expansión vivido durante los últimos seis años ha situado a España como segundo destino mundial del turismo internacional, tanto en entradas, donde sólo es superado por Francia, como en ingresos, de los que sólo EE UU genera anualmente más que España.
Sin embargo, el resplandor de estos resultados ha empezado a ser menos brillante el año pasado. Afectada por la crisis económica internacional, especialmente por la ralentización en Alemania, y en menor medida por las secuelas de los atentados del 11 de septiembre en EE UU, la industria turística española está atravesando un periodo de desaceleración e incertidumbres, cuyo principal exponente ha sido la caída del 3,5% en los ingresos por turismo hasta octubre que recogen los últimos datos de balanza de pagos del Banco de España.
Pero reconociendo la importancia de los elementos externos, no se puede ocultar que sobre el turismo español están presionando factores internos cuya influencia negativa es, incluso, superior al escenario internacional. Nos referimos a las subidas indiscriminadas de precios no sólo en los hoteles sino también en las agencias de viajes, turoperadores y sector de la restauración; además del citado repunte de la inflación y las campañas negativas que sobre la imagen turística de España han generado en los destinos emisores los debates sobre tasas ecológicas o los problemas en aeropuertos.
En este contexto, las previsiones de nuevos aumentos de tarifas del sector privado para el año en curso, a pesar de la caída de reservas en enero, no parece una respuesta lógica. La situación real es de desacelaración de una actividad en la que, mucho más que en otras, la relación calidad-precio es una referencia básica de competitividad. Como apuntaba recientemente Charles Gurassa, consejero delegado de TUI World, el primer turoperador mundial, la evolución reciente de los precios interiores ha convertido España en 'un destino caro para los europeos' y, por primera vez, 'sustituible' ante el despertar de los países del Adriático.