Seducidos por el viejo 'efecto enero'
Los primeros compases de cada año nuevo llevan, como norma, el sello alcista en las Bolsas. Histórica y tradicionalmente los gestores más dinámicos y los grandes fondos de inversión derrochan imaginación en estas fechas con el ánimo de proyectar estrategias anuales. Es lo que se ha llamado, desde siempre, efecto enero. En raras ocasiones los mercados han bajado en las dos primeras semanas del año.
Los estudiosos de la estadística van más lejos y tratan, desde siempre, de buscar referencias de futuro según sea el comportamiento de los mercados de valores durante el primer mes del año. Suele decirse, así, que, si enero termina al alza el resto del año, seguirá la misma senda.
La relación histórica que determina esta aseveración se fundamenta en el elevado porcentaje de ocasiones que se ha producido el fenómeno. En los últimos 50 años las Bolsas han subido en el 75% de los casos cuando enero ha cerrado al alza. Por eso son muchos los que en el estreno de 2003 soplan con fuerza para que la llama alcista se mantenga encendida.
Otra cosa es poner los euros sobre la mesa, porque las cifras de actividad siguen sin convencer en términos reales, es decir, sin aplicaciones ni operaciones especiales.
Hay en este efecto enero, no obstante, algunos asuntos que conviene considerar. Por ejemplo, la recompra de posiciones que se vendieron en las dos últimas semanas de 2002. Todo el mundo esperaba en los días de Navidad el rally de Santa Claus, pero el alza no llegó y, además, se produjeron violentos ajustes a la baja.
Hay en este estreno alcista, además, un control absoluto de las operaciones de arbitraje. El peso de los derivados es tan alto como en la recta final del año pasado. Por eso, las volatilidad intradía provocan a veces angustia a los inversores.