Los daños económicos del 'Prestige'
El accidente del Prestige ha mostrado toda una serie de despropósitos y fallos en cadena. Entre éstos se incluye el tránsito del buque, con varios cambios de rumbo en los días siguientes a su accidente, hasta su posterior hundimiento con fugas del fuel que aún continúan manando después de transcurrir casi dos meses. Así como la falta de medidas de prevención y de recursos propios de la Administración del Estado y de la Xunta de Galicia para la lucha contra los vertidos, hasta el punto de haber sido más determinantes en las primeras semanas los esfuerzos y trabajos de los marineros y voluntarios, ayudados por la mayor parte de los ayuntamientos costeros, que los efectuados por las Administraciones del Estado y la comunidad autónoma gallega.
Estos hechos pone al descubierto una serie de carencias que no son compatibles con el estado de desarrollo de nuestra sociedad, que afectan de modo importante a la seguridad y a la economía. Hoy no es posible evaluar los perjuicios económicos ocasionados por el Prestige por seguir latente el peligro de nuevos vertidos procedentes del petrolero hundido y por conocerse sólo parcialmente la extensión del impacto del fuel en las costas y fondos marinos, sus posibilidades de limpieza y regeneración, así como la dimensión real de las actividades afectadas.
No obstante, se pueden realizar algunas reflexiones con relación a la magnitud de las cadenas productivas afectadas, a su impacto tanto en el conjunto de la economía de Galicia como singularmente en alguna de las áreas más castigadas, así como a los problemas derivados de la incertidumbre y desconfianza generadas.
El alcance del impacto y la capacidad de recuperación dependen de la fortaleza de la economía, y la de Galicia presenta claroscuros En el caso de la pesca, el problema no es sólo establecer compensaciones en el lucro cesante, sino asegurar el reinicio de las actividades
En primer lugar, conviene considerar que el alcance del impacto y la capacidad de recuperación dependen de la fortaleza de la propia economía. Galicia presenta una situación de claroscuros, con avances evidentes en algunas actividades, en el desarrollo de algunos grupos empresariales y en el estado de sus infraestructuras, pero también con problemas de reestructuración en sus actividades primarias de la agricultura y la pesca, después de haber sufrido, además, una dolorosa reconversión en la industria naval, teniendo todo ello su reflejo en considerables diferencias interpersonales e interterritoriales de renta y empleo. Su evolución reciente se refleja en el diferencial registrado en la serie de contabilidad regional del INE para el periodo 1996-2001, en la que Galicia tiene una tasa anual de crecimiento del PIB del 2,8%, equivalente al 77% de la alcanzada en España, con lo que se amplía la divergencia en la renta per cápita hasta el 78,5% de la media española.
En segundo lugar, hay que referirse al territorio y a las actividades más directamente afectadas, que dependen de la pesca y del turismo, pero que se extienden de modo más o menos intenso a otras relacionadas por las vías de compra o venta de sus productos, con un fuerte impacto en la mayoría de las áreas costeras.
Es cierto que por el momento sólo está afectada una parte de la pesca, aunque de modo preventivo esté prohibida la actividad en la mayor parte de la costa gallega; pero el peligro potencial se extiende a toda, con unos daños que podrían ser muy elevados en el caso de alcanzar al interior de las Rías Bajas, por su mayor riqueza marisquera y la cría de mejillón. Además, los temores de los consumidores han castigado ya de modo severo al mercado del pescado fresco, amplificados por la desconfianza con relación a las garantías en los controles sanitarios, al igual que ocurriera en la crisis de las vacas locas de hace dos años.
El peligro potencial afecta a la pesca costera, marisqueo y acuicultura, que comprende algo más del 50% y casi el 80% del empleo del conjunto de la actividad pesquera y de la industria conservera. Por su parte, el 65% del turismo es también dependiente de las zonas costeras. Partiendo de las cuentas económicas de Galicia se puede estimar que el impacto en estos dos grupos de actividades potencialmente afectadas de la pesca y turismo costeros equivale al 5,4% del valor generado por la economía gallega y al 6,5% del empleo.
Sus efectos indirectos son más difíciles de evaluar; así, sólo los derivados de la pesca costera equivaldrían a otro 2,2% del valor añadido por sus efectos inducidos en la industria naval, puertos, envases y embalajes, intermediarios comerciales, transporte, combustible y diversos servicios. Pero sus repercusiones en la dinámica económica son más amplias al afectar al conjunto de la pesca por la desconfianza de los consumidores y por la transmisión de los efectos depresivos al conjunto de la actividad económica con reducción en el consumo y en las inversiones ante las incertidumbres generadas.
Por ello no es sorprendente que en una encuesta reciente realizada para La Voz de Galicia sobre 275 empresas gallegas, el 55% de ellas valorase el impacto del Prestige como 'mucho o bastante' importante.
Además de los problemas apuntados, los daños económicos son más extensos, pues existen otros impactos de amplio alcance sobre el patrimonio natural de nuestro litoral sobre cuya difícil cuantificación van abriendo camino los especialistas en economía ambiental.
El problema de nuevas mareas negras aún sigue latente, queda pendiente buena parte de los trabajos de limpieza y no comenzaron las actividades de apoyo a la regeneración de las costas. El Ministerio de Medio Ambiente estima que el coste de limpieza de las costas asciende a unos 133 millones de euros, multiplicando así por cuatro sus estimaciones iniciales, pero su importe real va a ser probablemente más elevado, si incluimos el trabajo aportado por los miles de voluntarios y tenemos en cuenta los derivados de otras catástrofes similares, que en el caso del Exxon Valdez se elevó a unos 2.100 millones de euros.
No se dispone aún de estimaciones razonables sobre los periodos y posibilidades de recuperación para las distintas actividades y recursos, pero es de temer que al menos para algunas especies el plazo puede prolongarse varios años. En el caso de la pesca el problema no es sólo establecer las correspondientes compensaciones en el lucro cesante, sino asegurar el reinicio de las actividades ahora en suspenso y recuperar su capacidad competitiva.
Interesa también considerar el impacto territorial en alguna de las zonas más vulnerables. Así, podemos fijarnos en el área más castigada por ahora, que va desde Malpica por la Costa da Morte hasta Carnota, con una fuerte dependencia pesquera y que estaba sufriendo una reconversión por la reducción de la pesca extractiva y el lento establecimiento de actividades de acuicultura, que no tenían ni la amplitud ni la pujanza suficiente para retener a los más jóvenes, que se habían dirigido en número considerable hacia Canarias en los últimos años.
Los resultados quedan reflejados en un descenso del 10% de su población en los últimos 15 años y en una renta per cápita equivalente al 67% de la media gallega.
Ante la magnitud del desastre y las tareas pendientes es necesario un gran esfuerzo colectivo, al que desgraciadamente tan poco han contribuido el Gobierno del Estado y la Xunta en estas últimas semanas. Por eso es de agradecer la solidaridad de miles de voluntarios gallegos y de otras comunidades y países, y también las aportaciones de fondos e iniciativas que pretenden realizar empresas y otras entidades. Por ello no sería bueno que desde la Xunta se quiera también dirigir y controlar los apoyos económicos por medio de la Fundación Arao establecida específicamente. Es bueno, visto lo visto, respetar estas iniciativas, y en todo caso coordinarlas y apoyarlas, pero no controlarlas.