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Viajes

La ciudad perdida de Sierra Nevada

La 'Montaña Blanca' de los tayrona, la más alta del mundo junto al mar, esconde secretos vedados al hombre 'civilizado' que no masca la coca

El punto de referencia, fácil de encontrar en los mapas, y también el lugar idóneo para sentar cuartel, es la ciudad costera de Santa Marta. Una población pequeña, a orillas del Caribe, con mucha solera: la fundó Bastidas en 1525. Unos setenta años duró la pacificación, que obligó a los indios tayrona a abandonar la ciudad y refugiarse en la Sierra Nevada. Santa Marta es una especie de limbo alegre y confiado, muy grato, donde importa más estar que ver cosas. También hay cosas que ver, por ejemplo la sencilla catedral, el viejo convento de Santo Domingo, la Casa de la Aduana que alberga el Museo del Oro (una pequeña pero valiosísima colección de joyas tayronas) o el Museo Tayrona: definitivamente, la presencia recurrente de los tayrona nos incita a adentrarnos más de lleno en su cultura.

Lo más llamativo de ella es, sin duda, la Ciudad Perdida, llamada también Teyuna por los kogui. Es el yacimiento tayrona más importante y se encuentra en el valle del río Buritaca, en una colina escarpada arropada por un bosque tropical muy húmedo. Por los alrededores se han encontrado restos de unas treinta aldeas comunicadas entre sí por caminos empedrados. La Ciudad Perdida era un centro ceremonial, en torno al cual se asentaban, en terrazas, varios centenares de viviendas que alojaban a unos 15.000 moradores. Se cree que estuvo ocupada entre los siglos X y XVI, y es buena prueba del alto grado de civilización alcanzado por los indígenas.

Otro yacimiento arqueológico parecido, pero más pequeño, es el llamado Pueblito. Está formado también por casas asentadas en terrazas y comunicadas a través de escalinatas y senderos empedrados. Pueblito debió ser importante para el comercio entre la sierra y la costa: a ésta se bajaban frutas, oro, tejidos o cerámica; a la sierra se subía pescado seco, sal o conchas para hacer la cal (poporo) con que se masca la coca (una costumbre practicada aún por los campesinos y que les destroza la boca). Toda esta región era territorio tayrona, y ahora está ocupada en buena parte por el Parque Nacional Tayrona, que se alarga paralelo a la costa y esconde algunas de las playas y bahías más hermosas del país.

La habitación de la Quinta de San Pedro Alejandrino en la que murió Bolívar se ha conservado tal cual, incluso el reloj está detenido en la hora de su óbito

Hacia el interior, otro parque nacional, el de la Sierra Nevada de Santa Marta, arropa a la Keka Bunka, la Montaña Blanca de los indios, una colosal pirámide de 5.775 metros coronada por nieves perpetuas, que los kogui y arhuaco consideran el ombligo del mundo. La cara norte, muy húmeda y cubierta de bosques tropicales, está ocupada por los kogui, una comunidad bastante cerrada, celosa de su lengua sagrada (teyuan) y de las tradiciones que guardan sus mamos (sacerdotes). La vertiente sur es más seca y rala, y está habitada por los arhuaco o ikas, mucho mas permeables al contacto con el civilizado -han aceptado la presencia de algunos hippies, pero no la de misioneros o religiosos-.

Hay otros dos puntos en la zona de especial atractivo para el foráneo, uno de carácter histórico y el otro de una gran carga mítica. El histórico es la Quinta de San Pedro Alejandrino, cerca de Santa Marta y fácilmente accesible, incluso con autobuses. Es una hacienda del siglo XVII en la que acogieron a Simón Bolívar cuando enfermó, camino de su exilio a Europa. Bolívar murió en una habitación que se ha conservado tal cual, incluso el reloj de pared está detenido en la hora exacta de su óbito. Cerca de la vivienda, en un extenso parque de árboles centenarios cabalgados por iguanas, se encuentra un mausoleo de mármoles nobles que tiene un algo de santuario cívico y laico. El otro lugar mítico-literario es Aracataca. La célebre Macondo de Cien años de soledad. Allí nació Gabriel García Márquez, en una casa humilde -su padre era el telegrafista del pueblo- que ha conservado un par de habitaciones y algunos pocos objetos. Para muchos, un lugar de peregrinaje, aunque no resulte tan mágico en la cruda realidad como en las páginas de la novela, o en las de Vivir para contarla, las memorias del escritor universal.

Localización

Cómo ir. Para llegar a Santa Marta, el aeropuerto internacional más próximo es el de la ciudad de Cartagena de Indias. Para moverse por la zona turística de Santa Marta, ir a la Quinta de San Pedro Alejandrino o a Aracataca se pueden utilizar las populares chivas (autobuses) sin mayor problema. Visitar la Ciudad Perdida ya no es tan fácil; se necesitan permisos del Inderena (Instituto de Desarrollo de los Recursos Naturales Renovables) y del Instituto Colombiano de Antropología, y contratar a algún guía experto. Los guías pueden hacerse cargo de obtener los permisos, y aconsejar sobre el tipo de equipamiento necesario y la provisión de víveres. Hay que contar por lo menos con seis días (entre ida y vuelta) para hacer esta expedición. Lo mejor es acudir a las oficinas de turismo locales, donde darán razón de los guías disponibles que habitan por la zona. El precio, incluido transporte, alimentación y hospedaje, puede rondar los 200 dólares para un periodo de seis días. Pueblito y el Parque Nacional Tayrona son más fáciles de visitar. Si se sale desde Arrecifes, hay que contar con unas cinco-seis horas para la excursión. Conviene ir acompañado por algún guía o por lo menos un lugareño. Hay que pagar una entrada al parque, y en algunos puntos es posible encontrar hospedaje (como en Playa de Cañaveral, donde hay unas ecohabs o cabañas al estilo tayrona, o en Playa de Arrecifes, tal vez la más bonita de la zona). Para visitar el Parque Sierra Nevada de Santa Marta se necesitan tres permisos, los del Inderena e Instituto Colombiano de Antropología (más rutinarios) y el de la comunidad arahuaca, que se consigue a través del secretario indígena del pueblo de Nabusímake; es difícil de conseguir, pero no hay otra alternativa: los kogui tienen totalmente prohibido el acceso a los extraños por sus tierras (la vertiente norte). Hay que contratar guía y contar con un buen equipo de montaña; para ello es posible que haya que perder algunos días. Nabusímake puede ser el lugar desde el cual realizar estos trámites.

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