El reto a tres años del BBVA
Tras la fusión en enero de 2000, el BBVA ha sufrido tres grandes convulsiones que han modificado su estructura y cambiado a fondo su línea de mando. En abril de 2001, el banco anunció una amplia reestructuración que ambicionaba resolver los conflictos derivados de la integración y dotar de estabilidad a una multinacional financiera con dos culturas encontradas. Aquel plan se vino al traste con la salida precipitada del copresidente, Emilio Ybarra, y del consejero delegado, Pedro Luis Uriarte, seguida del abandono de un grupo amplio de consejeros y directivos por asuntos que hoy se dilucidan en el juzgado.
La remodelación nacida de aquella crisis fue una precipitada salida al paso. Por eso, el BBVA aprobó el jueves una reestructuración de su cúpula directiva que se salda con la prejubilación de cuatro directores generales y otros 23 altos cargos. Las áreas de negocio se reducen de seis a tres (banca minorista, mayorista y América), que funcionarán con amplia autonomía.
El disparo de salida de este nuevo diseño lo dio el actual consejero delegado, José Ignacio Goirigolzarri, en la junta del pasado 8 de marzo, cuando anunció el inicio de 'una nueva etapa'. En la convención de directivos del pasado 11 de octubre, el presidente, Francisco González, reafirmó su convicción de que la estructura del banco seguía siendo demasiado grande y pesada. Tras dos meses de reflexión y diseños, González y Goirigolzarri han optado por la reorganización de golpe, en lugar de ir paso a paso. Pero la renovación del equipo continuará de la mano de Ángel Cano, mano derecha de González y responsable de recursos humanos.
El reto es transformar el banco en tres años. Los objetivos no son únicamente reactivar el negocio y mejorar rentabilidad y capitalización, para permitir al BBVA mantener un puesto destacado entre los grandes de la banca. Para la ambición de González, éstos son simplemente los instrumentos necesarios para llevar a cabo el verdadero desafío: preparar la gran operación europea. El futuro del BBVA, además de consolidar su presencia en América y aumentar capitalización y beneficios, pasa, a juicio del nuevo equipo, por la compra de otro gran banco europeo para obtener un lugar de primacía en el mercado único financiero. Confían en que la crisis de la banca en la UE servirá para allanar los obstáculos políticos que dificultan actualmente el salto de fronteras.
El cambio del BBVA coincide con la apuesta del tercer grupo bancario español, el Popular, al comprar el portugués Nacional de Crédito Inmobiliario (BNC). La adquisición se hace sin inversión de dinero, porque el Popular intercambia el 4,5% de su capital por el 75% del BNC que posee el empresario Américo Amorim. El Popular no entra en un mercado desconocido, pues posee ya 11 oficinas en el país vecino, pero intenta consolidar su negocio en el mercado ibérico, un primer paso para empezarse a labrar una dimensión europea.