Fondos alternativos, la última moda
Se podría decir que los fondos alternativos -también llamados fondos de gestión alternativa- son la versión light o descafeinada de los hedge funds. Hasta el punto de que no estamos seguros de que el calificativo 'alternativo' no sea más que un eufemismo para no asustar al regulador.
En pro de la tranquilidad de los que invierten en fondos alternativos se puede decir que utilizan diferentes estrategias de gestión que no tienen por qué ser especulativas o de riesgo elevado. Pero, a la vez, no conviene olvidar que muchas de ellas se basan en modelos que tienen poco en cuenta la probabilidad de que se produzcan eventos extraordinarios.
En general, puede afirmarse que los fondos de gestión alternativa intentan liberarse de la volatilidad mediante estrategias más o menos complicadas que les permiten aislarse, hasta cierto punto, de la inestabilidad de los mercados, sean éstos de renta fija o variable.
La popularidad de los fondos alternativos es bastante reciente y se basa en los buenos resultados que, por comparación con el resto de fondos, han obtenido en los últimos tres años. Probablemente su ejercicio estelar fue 2001, con rentabilidades medias en los que están autorizados para distribuirse en España, del orden de 8.85% (en 2000 sólo existía uno). En 2002 los fondos alternativos no puede decirse que hayan igualado el buen comportamiento del año anterior. De hecho, la rentabilidad media acumulada hasta el 20 de diciembre ha sido de 0,37%. Esta rentabilidad, mucho menos atractiva, no ha impedido que el número de fondos alternativos constituidos en 2002 se haya duplicado hasta llegar a 17.
El objetivo de los fondos alternativos es obtener rentabilidades positivas cuando los mercados bajan. También suele decirse que persiguen una 'rentabilidad absoluta', es decir, una rentabilidad que se marcan como objetivo para un año, con baja sensibilidad a los movimientos que se produzcan en los mercados de renta fija o variable.
Los fondos alternativos pueden utilizar para conseguir su objetivo estrategias muy distintas, que van desde el arbitraje con convertibles (probablemente una de las más populares en el año 2001), que trata de aprovechar las disparidades que se producen entre la cotización de una acción y la de un bono convertible emitidos por una misma empresa, hasta el arbitraje cuando se producen fusiones entre empresas diferentes. En ese abanico de estrategias también están presentes las que utilizan el arbitraje de opciones o las que consisten en invertir en acciones de empresas cuyo precio se haya desplomado como consecuencia de estar pasando por graves dificultades. Existen todo un conjunto de estrategias que se conocen bajo el nombre genérico de 'estrategias dirigidas por los acontecimientos', que son todas las que tienen que ver con hechos de la vida de las empresas.
Sin embargo, la estrategia más utilizada en nuestro país es la conocida como long-short, que consiste en comprar un tipo de acciones o bonos y vender en descubierto (es decir, vender acciones que no se tienen en cartera) otros. Por ejemplo, comprar en Bolsa acciones de un determinado sector y vender en descubierto las de otro.
Las conocidas bajo el nombre genérico de market neutral, o neutrales respecto al mercado, se basan en la utilización de las ineficiencias que se producen entre mercados: como la ya mencionada entre bonos convertibles y acciones. Alguna de estas estrategias son responsables de la mala prensa que ha tenido el sector y de la desconfianza que generan los fondos alternativos. El caso más espectacular se produjo en 1998 y estuvo a punto de dar al traste con el sistema financiero mundial.
LTCM, una víctima de la leptocurtosis
El primer hedge fund, o fondo alternativo, del que se tiene noticia lo creó Alfred Winslow Jones en 1949. Desde entonces este tipo de fondos ha recorrido un largo camino no exento de sobresaltos. El más famoso de todos ellos tuvo lugar en septiembre de 1998 cuando la Reserva Federal tuvo que intervenir para rescatar de la quiebra al Long Term Capital Management (LTCM). Este fondo también apostaba por la estabilidad (y en buena medida predictibilidad) de los diferenciales existentes entre la rentabilidad de los bonos del Tesoro estadounidense y la de otros riesgos soberanos, de países emergentes, por ejemplo. Entre sus errores estuvo el no contar con el riesgo de liquidez: con la crisis de la deuda rusa en agosto de 1998 el encontrar compradores se volvió prácticamente imposible. En definitiva, el LTCM cayó víctima de la leptocurtosis o mayor probabilidad (de la que se pensaba) con la que se producen acontecimientos extraordinarios.