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Columna
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El 'Prestige', un curso de máster

Mercè Sala asegura que del desastre del 'Prestige' se puede extraer un temario completo de lecciones de economía. La autora considera que del estudio de este caso se sacan escasas conclusiones positivas

Araíz del increíble atentado terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York y de su impacto en la vida de muchas empresas, en la Fundación Politécnica nos planteamos la organización de un curso de gestión del riesgo de catástrofes, siguiendo la pauta de algunas escuelas de gestión americanas, que finalmente no llevamos a cabo. Quizá por eso, y ante la nueva y reciente catástrofe del naufragio del Prestige y sus posteriores consecuencias, he vuelto a reflexionar sobre el tema.

El análisis de las lecciones de economía que se desprenden de todo el suceso podría ser un buen objeto de un curso de máster basado en el estudio del caso, tal como se plantea habitualmente en la formación de ejecutivos.

Como quien dice, tenemos un temario completo que me gustaría introducir adobado de algunos comentarios. La primera lección sería sobre el alcance de la globalización, en este caso, la del transporte marítimo.

Nos encontramos con un barco registrado en Bahamas, propiedad de un liberiano, administrado por una sociedad griega, con un transporte fletado desde Rusia, pero del que se desconoce el propietario definitivo de la carga, porque no se sabe si pudo ser revendida durante la travesía, de la misma forma que se desconoce el puerto de destino final que por lo visto hubiera sido el decidido por el último comprador del crudo.

Ante ello, se nos revela la absoluta falta de competencias y poder de cualquier Estado, concretamente del nuestro. ¿Quién reclamará a quién los daños causados? Sólo una acción penal del estilo de la emprendida por los afectados por el vertido del Erika, que contrataron a la ex ministra francesa Corinne Lepage para defender sus derechos, podrá dar alguna respuesta a la pregunta dentro de unos cuantos años.

La segunda lección se situaría en el contexto de la estrategia, del sistema de actuación ante la catástrofe, y en la forma de tomar decisiones.

Los alumnos podrían reflexionar sobre las consecuencias y las implicaciones de aislar el buque en un puerto y el riesgo de trasvasar la carga en un espacio acotado o dirigirlo a alta mar, valorando todas las informaciones que han ido apareciendo progresivamente.

Más difícil les sería determinar las causas del rumbo errático y desconcertante que tomó el viaje hacia el interior del océano y descubrir si todo ello se hizo con base en prioridades políticas nacionales o condicionados por las presiones económicas de los armadores que, en un momento dado, atisbaron la posibilidad de un trasvase en mar abierto.

Más aleccionador sería estudiar el método de elección del equipo encargado para gestionar la crisis. ¿Se nombró a un líder o responsable claro desde el primer momento? Si así fue, la posterior descoordinación aparente seguramente sugeriría que la elección no fue la más adecuada. El ministro de Fomento tomó las decisiones pero su defensa recayó sobre el vicepresidente portavoz del Gobierno. Todo ello, completado con la presidencia de un presidente de Galicia totalmente fuera de juego y francamente mal aconsejado por el equipo. Con respecto a este último, ¿se definieron los roles y cometidos de cada uno?

Otro aspecto importante de la estrategia es la valoración de la magnitud y alcance de la tragedia. La falta de visión en este aspecto ha llevado a minimizar los daños y a restar importancia a sus efectos ecológicos, llegando a la frivolidad de negar la evidencia del alcance de la mancha del vertido y evitando de forma palpable el uso de la expresión marea negra.

Si lo que se pretendía era quitar hierro a la realidad, el resultado ha sido totalmente contraproducente en la medida en que ha avivado la ira de la población. Curiosamente, en un periódico apareció, junto a las noticias de la evolución del desastre, un anuncio con una gran foto de Aznar y una frase que decía: 'Solo los líderes con visión amplían los horizontes'. El anuncio, promovido por organizaciones turcas partidarias de la integración de su país en la Unión Europea, no lo he vuelto a ver.

La tercera lección tiene que ver con la capacidad de organización para dar solución a los efectos ecológicos mediante la limpieza del mar, las playas, las costas y las ciudades marítimas. En este aspecto, la incapacidad ha sido total y la imagen es la desorganización más absoluta. En el primer momento, nuestro Gobierno desertó de esta labor y la dejó totalmente en manos de la iniciativa individual, de la gente, de los voluntarios, de los afectados y de los ayuntamientos.

Al cabo de un mes ha llegado la iniciativa pública de la mano de las fuerzas armadas. Como contraste, hay que recordar que hace 10 años el desastre del Mar Egeo tuvo la respuesta organizada y ordenada, dirigida por la gobernadora civil, de un Gobierno socialista, de la que se podía haber aprendido alguna cosa.

Aunque quedan aún muchas más lecciones importantes, querría acabar constatando algún aspecto positivo como el de la diligencia en otorgar subvenciones, ayudas y desgravaciones fiscales a los afectados. Me gustaría creer que esta celeridad se debe al respeto que merecen las personas y no al deseo de paliar el mal sabor que pueda haber dejado en la costa gallega la tardía visita del presidente de nuestro Gobierno.

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