Regalos a precio de oro
La remuneración en especie de los planes de pensiones puede salir muy cara frente a una elección basada en la planificación y la rentabilidad
Estamos ante el último esfuerzo comercial del año de las entidades financieras y los planes de pensiones vuelven a copar los escaparates de bancos, cajas, aseguradoras y compañías de servicios financieros. En 10 años los planes de pensiones se han convertido en el vehículo financiero más eficiente para la planificación de la jubilación en su vertiente financiera y fiscal y uno de los muchos productos sobre los que el inversor puede (y debe) tomar decisiones de inversión. Esta ventaja fiscal representó, durante años, el único argumento de venta, si bien el atractivo de estos productos ha forzado a las entidades a buscar nuevas ventajas que les permitan atraer la atención del consumidor de productos financieros.
El ahorro para jubilación representa el objetivo personal más importante cuantitativa y cualitativamente hablando, es decir, necesitamos ahorrar un capital importante para vivir muchos años con una renta suficiente. Para ello, muchos inversores optan cada año por hacer aportaciones a planes de pensiones. Criterios como la edad del cliente, la calidad y la consistencia de la gestión, las comisiones o el asesoramiento para planificar y elegir los productos más adecuados deberían ser las variables más importantes. Sin embargo, parece que el principal reclamo para que el inversor tome sus decisiones de ahorro de cara a la jubilación son los regalos que permiten completar el ajuar doméstico a un coste aparentemente nulo. Este año, las propuestas más novedosas se centran en:
Muchos planes que ofrecen regalos tienen comisiones muy superiores a las de otros planes que, sin regalos, son más baratos y no por ello menos rentables
Planes garantizados. Un plan garantizado no es un plan de prestación definida, en el que uno sabe exactamente lo que va a recibir cuando acontezca la contingencia. Aunque su rentabilidad facial o nominal parezca enormemente atractiva, los TAE garantizados son, salvo raras excepciones, inferiores a la inflación. Por lo que, ahorrando al 3% durante 10 años, lo único que tenemos garantizado es que tendremos una renta a partir de los 65 años que equivaldrá al 5% de nuestros ingresos actuales, suponiendo, eso sí, que estamos destinando a plan de pensiones un 10% de éstos todos los años. Además, se trata de estructuras garantizadas a plazos muy largos y sólo tenemos derecho a tal garantía si no se movilizan los derechos consolidados, ya sea por traspaso a otro plan o por acaecimiento de alguna de las contingencias previstas. En otro caso saldríamos sin penalización, pero al valor de la unidad de cuenta (el equivalente al valor liquidativo de un fondo de inversión) del momento y éste puede ser significativamente inferior al del momento de aportación al plan.
Regalos y bonificaciones. Están enfocados principalmente a primar los traspasos procedentes de otras entidades, y casi siempre a partir de un determinado importe y a primar aportaciones mínimas, de forma que cuanto más se aporta, mejor o más caro es el regalo que se ofrece. También pretenden retener al partícipe durante varios años, evitando que cada año se vaya a la entidad que ofrece el regalo más atractivo.
Respecto a los regalos y bonificaciones hay que saber que, en muchos casos, sólo se ofrecen para aportaciones o traspasos a los planes que ese año están en campaña. Y, lo más importante, pueden estar sujetos a impuestos, siempre que se trate de remuneración por cesión a terceros de capitales propios. Estas bonificaciones se consideran rendimientos de capital mobiliario con retención del 18% y se integran por su valor monetario, en la parte general de la base imponible.
En el caso de regalos (remuneraciones en especie) el importe a integrar (valor monetario de mercado) lo calcula la entidad incrementando el precio de coste en un 20%. Si se trata de una bonificación dineraria, se integrará el importe bruto como rendimiento de capital mobiliario y deduciremos en cuota la retención practicada por la entidad, el 18%.
En cuanto a las bonificaciones dinerarias, lo habitual es su ingreso en la cuenta del cliente (el promotor de un plan no puede realizar aportaciones a los partícipes), siendo en algunos casos obligatorio destinar estos importes a aportaciones futuras. Esto supone que tenemos un producto que nos ayuda a diferir impuestos y nos permite reducirlos a la hora de aportar y, muchas veces, gracias al regalo, incrementamos la parte general de nuestra base imponible.
¿Quién paga el regalo?
La industria de planes y fondos de pensiones muestra datos de concentración elevada. Aunque hay unos 675 planes de pensiones individuales, con sólo analizar 25 de ellos (los cinco con más patrimonio en cada una de las categorías) explicamos el 50% de lo que sucede en el mercado, es decir, de lo que ofertan las entidades y de lo que están comprando los partícipes.
Pero, ¿cuál es el grado de concentración en cada categoría? En el caso más extremo tenemos que de cada 100 euros invertidos en un plan de renta fija mixta I, 54 euros están en alguno de los cinco primeros planes por activos bajo gestión. Respecto a la concentración por partícipes, de cada 100 partícipes que tienen un plan de renta fija mixta II, 60 lo son de alguno de los cinco planes con más partícipes. Curiosamente la comisión total media ponderada de estas dos categorías es de las más altas de las cinco 2,32% y 2,45%, respectivamente.
La pregunta es: ¿se trata de los fondos de pensiones más rentables y más baratos? En cuanto a la rentabilidad, no podemos generalizar, ya que alguno de estos planes lo ha hecho mejor que la media de sus categorías en algún periodo. Por otra parte, el sistema de clasificación que se maneja en el sector no permite comparar de forma eficiente entre productos que invierten en los mismos mercados objetivo.
Lo de las comisiones es llamativo, ya que si esos 25 planes representan el 50% del patrimonio total en fondos de pensiones y el 45% de los partícipes, significa que la mayoría de los partícipes están sometidos a comisiones totales muy superiores a las que tendrían en, por ejemplo, fondos de inversión y, desde luego, a la de otros fondos de pensiones que, sin dar regalos, son más baratos y, no por ello, menos rentables.
Lo ideal es que el superregalo de Navidad lo comprásemos nosotros mismos. ¿Cómo? Disfrutando de unas comisiones más bajas, acordes con las de los fondos de inversión, porque la diferencia entre pagar una comisión total del 2,6% y pagar una del 1,6%, en 25 años, supone disponer, del orden de un 20% más de patrimonio acumulado a la hora de hacer efectivos nuestros derechos consolidados.
Por ejemplo, una persona aporta 6.000 euros todos los años, durante 25, al plan de pensiones X que tiene una comisión total del 2,5%. Recibe 25 regalos que, en total, suponen 8.624 euros, en moneda constante. La rentabilidad media anual de su plan es del 6%. Otra persona invierte también 6.000 euros anuales durante 25 años, pero no recibe regalos. Sin embargo, la comisión de su plan es del 1,5%, por lo que la rentabilidad media anual que obtiene es del 7%. La diferencia es de 45.000 euros. Dejamos al lector el cálculo de los DVD, jamones, vajillas, edredones y demás artilugios para el hogar que podría adquirir con esta cifra, resultante de que su entidad regale menos cosas y reduzca las comisiones de sus planes.