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Tribuna
Columna
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El mercado de trabajo español todavía es diferente

Aunque el mercado de trabajo español ha tenido una evolución positiva en los últimos años, tanto por el crecimiento del empleo como por el descenso del paro, y más favorable que el del conjunto de la UE, dicho mercado sigue siendo muy diferente y con características más negativas que el de la UE y, sobre todo, que algunos de sus países más significativos, lo que dista mucho de la convergencia real en materia de empleo con esos países, como se confirma con los datos recientemente publicados por la Comisión Europea de la encuesta sobre las fuerzas de trabajo (EFT) del año 2001.

Hay que observar que los datos considerados para España por Eurostat en la EFT del año 2001 no son los originales de la EPA para ese año, como parecería razonable, sino que son los que se obtienen para dicho año aplicando la nueva metodología de la EPA introducida en el primer trimestre de 2002.

Este hecho tiene una gran incidencia en los resultados, ya que, como analicé en Cinco Días el 9 de mayo y el 8 de agosto de 2002, los recientes cambios metodológicos de la EPA -nueva proyección demográfica, reponderación de la estructura por edades de la población y nueva definición del paro- han afectado notablemente a las distintas variables consideradas por la encuesta, en particular, a las tasas de actividad y de paro, que para el año 2001 eleva la primera, en relación con los datos originales, en 1,5 puntos porcentuales y reduce la segunda en 2,5 puntos.

El mercado de trabajo español sigue siendo muy diferente, más negativo y menos desarrollado que el del conjunto de la UE

Comparando el mercado de trabajo español con el europeo, la primera diferencia importante que se observa es la relacionada con la tasa de actividad. Dicha tasa -calculada en proporción a la población de 15 a 64 años- es en España inferior en casi cinco puntos a la de la UE, situándose muy por debajo de países como Holanda, Reino Unido, Alemania y Francia.

Esta diferencia se debe en su totalidad a la tasa femenina, ya que, mientras que la masculina supera a la de la UE en una décima, la femenina es inferior en casi 10 puntos porcentuales (9,6) a la del promedio comunitario. El reducido nivel de la tasa de actividad femenina en nuestro país (únicamente la tienen menor Grecia e Italia) es significativo de la todavía reducida participación de la mujer española en el mercado de trabajo, y ello a pesar del aumento que en dicha participación se ha producido desde 1982, y sobre todo desde 1985.

También en relación con el empleo persisten importantes diferencias. Además de la menor tasa de ocupación española, la distribución sectorial del empleo es muy distinta a la de la UE. Así, mientras que España es uno de los países con mayor peso relativo del empleo agrícola -sólo Grecia, Portugal e Italia lo tienen más alto-, con el 6,5% del empleo total, cuando para la media de la UE dicho porcentaje es el 4,2%, en cambio, la importancia del empleo de los servicios es relativamente reducida, cinco puntos menos que la UE. Por su parte, el empleo en la industria es superior en España, como consecuencia, sobre todo, de la mayor importancia en nuestro país del empleo de la construcción, que Eurostat incluye dentro de la industria. Todo ello parece reflejar que en España no se ha completado todavía el proceso de reducción del empleo agrícola y el trasvase del empleo de la industria a los servicios, como, en cambio, sí ha ocurrido en otros países más desarrollados.

Asimismo, la tasa de asalarización (porcentaje de asalariados sobre el empleo total), que en el año 2001 no llegaba en España al 80%, es inferior a la de la UE en más de cinco puntos. Esta menor asalarización de la economía española (sólo Grecia, Italia y Portugal tienen tasas inferiores) está relacionada con el mayor empleo agrícola y de algunos servicios, como el comercio y la hostelería, sectores en los que tienen una participación relativamente elevada los trabajadores autónomos y las ayudas familiares.

En cuanto al tipo del empleo, destaca, por un lado, la excesiva importancia que tiene en España el empleo temporal, a pesar de los cambios establecidos a partir de 1994 para reducirlo, ya que supone el 31,6% del empleo asalariado total, un valor que es 2,4 veces el de la media de la UE y que le convierte en el país de toda la Unión con mayor tasa de temporalidad. Por otro lado, y al contrario, destaca la escasa entidad que en nuestro país tiene el empleo a tiempo parcial, el 8,1% del total, muy inferior a la del conjunto de la UE (18%), dentro de la cual sólo Grecia se sitúa por debajo de ese porcentaje.

Por otra parte, la jornada semanal habitualmente trabajada en España es de las más altas de la UE, 40,6 horas en el caso de los trabajadores a tiempo completo; siendo únicamente superada dicha jornada por Grecia (41,1) y Reino Unido (43,6), y situándose muy por encima de Países Bajos, Francia e Italia, con jornadas a tiempo completo en torno a las 39 horas e, incluso, por debajo de esa cifra.

Por último, en cuanto al paro, España sigue siendo el país con mayor tasa de desempleo, a pesar del descenso que se ha producido en los últimos años y de que el cambio de definición del paro introducido en el año 2002, y que Eurostat ha aplicado al dato de 2001, ha supuesto, como ya se ha señalado, una importante reducción del valor de dicha tasa.

Según estos datos de Eurostat, la tasa de paro española fue en 2001 del 10,4%, que, aunque inferior en 2,3 puntos a la tasa estimada con los datos originales de la EPA para dicho año, todavía es la más elevada de la UE y superior en 3,1 puntos a la del promedio.

La diferencia entre la tasa de paro española y la comunitaria es más acusada en las mujeres que en los hombres (6,6 puntos y 9 décimas, respectivamente) y en los jóvenes (6,7 puntos) que en el conjunto de la población (3,1).

En resumen, el mercado de trabajo español sigue siendo, a pesar de la mejora que se ha producido en los últimos años en el empleo y el paro, muy diferente, más negativo y menos desarrollado que el del conjunto de la UE, destacando, entre estas diferencias, la reducida tasa de actividad femenina, el bajo nivel de asalarización, el elevado peso relativo del empleo agrícola y el escaso del empleo de los servicios, la alta jornada laboral, la excesiva temporalidad y precariedad del empleo, la insuficiente importancia del empleo a tiempo parcial y la intensidad del desempleo, al ser el país con mayor tasa de paro de toda la UE.

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