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Columna
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La cadena diabólica

Algo como que la diferencia relativa de precios con la Europa avanzada iba a provocar unos incrementos de precios por encima de la media europea, a raíz de la comunicación total de mercados que supuso la entronización del euro, era algo archiconocido. Pero una cosa es subir por encima de la media, lo que por cierto se venía produciendo en los últimos años, y siempre, de forma indefectible, y otra que nuestra inflación literalmente se dispare.

La situación es perversa porque el mecanismo al uso en política monetaria para luchar contra la inflación no sólo es que no pueda emplearse, sino que actúa de forma contraria, es decir propicia mayores subidas de precios. El tipo de interés fijado por el BCE juega en contra nuestra, y, encima, se anuncian nuevos descensos de los tipos. A lo que hay que añadir que nos encontramos además en una situación de tipos de interés negativos, que no había pasado nunca en un entorno inflacionista. Que provocará mayores demandas, mayores precios y nos colocará en una espiral disparatada de acercamientos de precios a nuestros vecinos a velocidad de fórmula uno.

Eso es bueno o eso es malo. Parece malo ¿no? Provoca inestabilidad, pero no necesariamente desempleo, perjudica las economías de renta fija, genera continuidad en el alza de precios de la vivienda y de los servicios, que sí es malo, resta competitividad exterior que sí es muy malo.

Como casi siempre en la vida no hay mal que por bien no venga, y desde el punto de vista de la inversión el panorama es de perlas, tipos de interés bajos, precios en alza. Realmente el fenómeno es insólito y de auténtica paranoia, pero ahí está. Se puede hacer algo para evitar lo que pasa, pues claro que sí. Sólo existe una forma de actuar ortodoxa con medidas de política tributaria y presupuestaria. A subir los impuestos directos y dejar clavado el gasto público. No hace falta que sea drásticamente, tal vez baste con un ligero incremento de las retenciones, y a ver cómo se comporta la cosa.

Se inauguraría el nuevo periodo de política económica basado en la política fiscal. Era la forma normal de actuar en los viejos tiempos y que no servía absolutamente para nada, por la razón simple que no se pagaban generalizadamente impuestos directos.

No debemos olvidar que estamos lastrados por problemas estructurales. En cuanto al equilibrio presupuestario no es realmente equilibrio, sí en cuanto a las cuentas públicas, no en cuanto al lugar de generación de los ingresos, ya que el Presupuesto tiene una importante ubre de nutrientes en los fondos estructurales y de cohesión, que necesariamente tiene que generar un desequilibrio.

La falta de actuación de los mecanismos normales de mercado a través de oferta y demanda en cuanto a las variaciones de precios exteriores, por confundirse a través del IPC con los precios interiores. La falta de transparencia de los mercados secundarios en cuanto a la necesaria reestructuración de la sociedad cotizada. El marasmo ininteligible en que se han convertido los precios administrados, que hace poco menos que imposible saber su componente real en los costes. Las restricciones severas existentes a la competencia en el comercio minorista.

Dejo para el final uno de mis temas favoritos, el precio del suelo. Aquí sí que es completamente imposible pretender cambiar las cosas, no ya de la noche a la mañana, sino con una cierta prontitud. La entrada de nuevo suelo es muy compleja por requerir la construcción de grandes sistemas de infraestructuras.

E incluso, me pregunto si es bueno reducir de forma importante el precio del suelo, creo que no, para los nuevos usuarios de viviendas se vería reducido el precio de adquisición, pero lo mismo se puede conseguir con ayudas públicas. Pero para los propietarios actuales de viviendas la situación sería absolutamente ruinosa, y qué decir respecto del mercado hipotecario. Después de mucho cavilar, tal vez lo mejor sea hacer que las plusvalías existan pero que pasen íntegramente a la colectividad y afectarlas a la gestión urbanística y a facilitar el acceso a la vivienda.

Estos días se está celebrando en mi tierra una feria mundial de filatelia. ¡Ay! Si todo fuera como los sellos de colección, eso sí que es para el emisor duros a peseta. Vende un servicio, el envío postal, que sabe ¡que no lo va a prestar nunca!

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