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Tribuna
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Coincidencia o convergencia

Juan Manuel Eguiagaray Ucelay analiza las voces surgidas en el entorno académico y empresarial a favor de políticas diferentes a la oficial. El autor destaca los significativos déficit de la economía española actual

Mientras el Sr. Aznar sigue dando pruebas cotidianas de su dificultad para digerir el mal trago sufrido con la participación de José Luis Rodríguez Zapatero en el debate presupuestario, al Gobierno se le acumulan los problemas. Las noticias sobre la economía no son buenas y nadie asegura que vayan a ser mejores en el horizonte inmediato. De modo que el discurso triunfal de los años pasados ha sido sustituido por el modesto consuelo de compararnos con los que parecen tener más problemas inmediatos. Alemania, sin ir más lejos, se ha convertido en una constante fuente de inspiración gubernamental para exaltar el mayor perfil del crecimiento actual de la economía española. Un ejemplo cuyo uso abusivo parece tener su origen más en las malas relaciones de Aznar y Schröder que en el interés de España por hacerse amigos en la UEM. Pero, a pesar de estos y otros esfuerzos, lo cierto es que el crédito acumulado por el Gobierno en la gestión de la pasada etapa de bonanza empieza a diluirse de modo acelerado.

La semana pasada, junto al menudeo de noticias mediocres o negativas sobre la evolución de la economía, dos nuevos elementos han hecho irrupción en el panorama informativo para descrédito del Gobierno. De una parte, cerca de doscientos economistas han expresado su convicción de que existe la posibilidad de llevar a cabo una política económica alternativa a la del Gobierno y han llamado la atención sobre algunas de las carencias más evidentes de la que se puso en marcha en 1997. La idea central, para no repetir lo que tantas veces se ha dicho en estas páginas, es que la convergencia real de la economía española con la europea en bienestar y potencial de crecimiento no marcha al ritmo adecuado y, en algunos ámbitos críticos, ha sufrido un serio retroceso en los años de gobierno del Sr. Aznar. Que ese análisis constituye la base de una política económica alternativa resulta demasiado obvio para ser enfatizado, como lo es que -respetando las normas de buena conducta demandadas por los mercados, entre las que se incluye una lectura seria pero instrumental del Pacto de Estabilidad- pueden alcanzarse objetivos más ambiciosos que los pretendidos por el Gobierno si se establecen las prioridades adecuadas.

Asemejantes críticas, que con seguridad dejarán impasible al Sr. Aznar, se han añadido en curiosa coincidencia temporal las opiniones de la Confederación Española de Empresarios (CEOE), que en un documentado informe (Competitividad en España. Problemas y propuestas de mejora. Octubre 2002) ha expresado su insatisfacción no sólo por la visible desaceleración económica y la pérdida de competitividad de la economía española, sino, en lo que ahora importa comentar, por algunas de las insuficiencias de la estrategia de crecimiento seguida por el Gobierno.

No es una especial maldad lo que me lleva a subrayar la coincidencia de algunos análisis de la patronal española con las voces críticas que, desde la academia o desde la política, han señalado la diferencia existente entre navegar a favor de la corriente, como hacíamos en la bonanza, o desplazarse por medios propios entre corrientes encontradas, como ha de hacerse ahora. Por el contrario, celebro que los errores e insuficiencias manifiestas de la política gubernamental empiecen a ser destacadas por los estudios patrocinados por los propios empresarios. Al fin y al cabo nada negativo puede verse en la existencia de coincidencias de análisis, salvo que son reveladoras de preocupaciones compartidas.

Los recientes datos publicados por la OCDE sobre el esfuerzo en educación y su nivel de calidad, y los elaborados por la Comisión Europea sobre la productividad del trabajo y la productividad total de los factores (PTF), no hacen sino confirmar los significativos déficit que caracterizan a la economía española en las dos especies de capital de las que más significativamente depende el crecimiento a medio plazo y la convergencia futura.

Tenemos el honor de situarnos en el antepenúltimo lugar de la tabla de productividad de la UE en 2001, tras un largo proceso histórico de reducción de distancias que, lamentablemente, vuelven a ampliarse desde mediados de los noventa. A lo que se une el hecho de que el crecimiento de la productividad total de los factores -que mide el progreso tecnológico- ha registrado en el periodo 1995-2001 la menor tasa de crecimiento de toda la UE, hasta situarse exactamente en la mitad del valor correspondiente al crecimiento medio europeo.

Hay muchas razones para sentirse preocupados. Y algunas también para celebrar que los empresarios españoles, a diferencia de lo que piensa el Sr. Aznar, coincidan con otros muchos en la existencia y en la necesidad de políticas económicas alternativas. Quizás las coincidencias sean indicadores adelantados del ciclo económico y... político.

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