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Veinte aniversario de la primera victoria socialista

Los Pactos de La Moncloa, inicio del ajuste

La explosión democrática controlada que se produjo tras el fin del franquismo afloró las miserias que encerraba la economía española. La propaganda oficial había contado que la crisis del petróleo de 1973 no había sido capaz de pasar los Pirineos, cuando la verdad era que el gasto público había embalsado los desastres provocados por el encarecimiento del crudo, especialmente en la economía europea más dependiente del oro negro. La inflación estaba por encima del 40% en tasa interanual mediado 1997; el endeudamiento llegó a 14.000 millones de dólares, tres veces las reservas del Banco de España; las empresas empezaron a ajustar sus plantillas y el paro llegó a 900.000 personas, sin red de protección.

La economía estaba, en definitiva, en descomposición. El Gobierno Suárez, que había ganado unas elecciones constituyentes, sabía que la transición a la democracia plena corría el riesgo de ser arrastrada por la riada económica si no se ponía férrea sutura. El inspirador de aquel arreglo, el profesor Enrique Fuentes Quintana, sabía lo que se jugaba España: 'O los demócratas acaban con la crisis económica o la crisis acaba con los demócratas'.

Así nació el pacto económico y social entre políticos que allanó el camino al compromiso constitucional. Dos meses de negociación, firma el 25 de octubre de 1977 y ratificación en el Congreso de los Diputados dos días después. Se establecían una serie de medidas rápidas para frenar la sangría exterior, la inflación y la destrucción de empleo, aunque algunas llegaron a arraigar en el acervo económico y social para siempre.

Es el caso de la negociación salarial. Se impuso la obligación de negociar incrementos salariales tomando como referencia la inflación prevista por el Gobierno, y no la pasada, lo que se ha convertido en la fórmula mágica para atajar las tensiones inflacionistas hasta hoy. Entonces el compromiso se limitaba a que los salarios no subiesen más de un 22% en 1978, y dio pingües dividendos.

Se limitó el crecimiento de la liquidez al 17% anual, y se estableció un tipo de cambio más realista y ajustado de la divisa. Afloró, por vez primera, el déficit público escondido, que se limitaba a 73.000 millones de pesetas de entonces (438 millones de euros de ahora), tras un fuerte recorte en el avance estimado del gasto (no más que el PIB nominal). Se planteó también una reforma fiscal integral que fortaleciese los ingresos del Estado, la reforma del sistema financiero, de la Seguridad Social y el mercado de trabajo. De ahí salió el germen del Acuerdo Marco Interconfederal, base del Estatuto de los Trabajadores.

El legado de Fuentes Quintana

 

 

 

El padre espiritual de los Pactos de la Moncloa fue el catedrático Enrique Fuentes Quintana, que ocupaba la vicepresidencia económica en el Gobierno de Adolfo Suárez. Plenamente respaldado por el presidente, Fuentes encargó los detalles técnicos del consenso al flamante director general de Política Económica, José Luis Leal (hoy presidente de la patronal bancaria), que se apoyó en el jefe de Estudios del Banco de España, Luis Ángel Rojo; en el director general de Estadística, Blas Calzada, y en el subsecretario de Hacienda, Manuel Lagares.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El engrase político estuvo en manos del vicepresidente político, Fernando Abril Martorell, quien contactó con el Partido Comunista, legalizado desde la Semana Santa de ese año, con los socialistas y los nacionalistas vascos y catalanes.

 

 

 

 

 

 

 

El 25 de octubre sellaron el pacto Adolfo Suárez, Felipe González, Enrique Tierno, Santiago Carrillo, José María Triginer, Joan Raventós, Juan Ajuriaguerra y Miquel Roca.

 

 

 

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