Información numérica y democracia
Con motivo del vigésimo aniversario del triunfo del PSOE, la Fundación Pablo Iglesias ha organizado unas jornadas sobre La España del cambio-La España del futuro donde se van a analizar, a lo largo de este mes, los 'logros y los yerros' de los sucesivos Gobiernos socialistas entre 1982 y 1996, como base para presentar lo que serán sus nuevas propuestas políticas ante las próximas elecciones.
Cabe esperar que los análisis que se realicen en estas jornadas tengan el rigor y la claridad exigibles porque hay que reconocer que, en materia de análisis de datos, se suele disimular la realidad con argumentos peregrinos, que, además de impedir diagnósticos certeros para afrontar el futuro con garantías de éxito, resultan especialmente dolorosos para esos ciudadanos que, teniendo que soportar aumentos de precios, desempleo, delitos, etcétera, tienen que escuchar, por ejemplo, que debieran estar satisfechos porque todos esos problemas han tocado fondo y todo va a ir mejor o porque, en realidad, esos aumentos son menores que los de periodos anteriores, lo que indica cambios de tendencia de los que todos habrían de congratularse.
Lo cierto es que el peso de la información numérica en las sociedades democráticas se va dejando sentir y, debido a ello, cada vez más, las personas tienden a enjuiciar tanto la gestión pública como las alternativas de la oposición política, sin dejarse confundir, sobre la base de la información estadística disponible y, por supuesto, están en disposición de dirigir su confianza hacia aquellos programas electorales que les merezcan mayor confianza y credibilidad en función de datos objetivos.
El hecho de que se comience a ver la información estadística como testimonio incuestionable de la situación de los diferentes campos de preocupación económica y social y de la evolución que dichos campos registran a lo largo del tiempo constituye un indudable logro democrático.
Para valorarlo de este modo sobran ejemplos históricos sobre ocultaciones de información en países autoritarios y, todavía hoy, cuando surgen temas como la evasión fiscal o de capitales, el atropello de derechos humanos o la explotación del tercer mundo, podemos apreciar los esfuerzos, cada vez más inútiles, de determinados grupos por evitar que, a través de información numérica, se lleguen a conocer esos escándalos de los que son protagonistas.
Uno de los mejores métodos para evitar que se pueda manipular la interpretación de datos es facilitar informaciones estadísticas en forma de indicadores y, en este sentido, hay que congratularse de la iniciativa de la Oficina de Estadística de la Unión Europea (Eurostat) por conseguir que todos los países miembros elaboren 42 indicadores estructurales, que van a reflejar, con idéntica metodología y en iguales referencias temporales, la situación de seis grandes campos de preocupación: marco general de la economía, empleo, investigación y desarrollo, reforma económica, cohesión social e inversiones, con indicadores tan sugerentes como ratios de ingresos recibidos por el 20% de población con ingresos mayores y por el 20% de quienes tienen menor renta, población de 18 a 24 años con estudios inferiores a los secundarios, riesgo y persistencia de la pobreza, accidentes de trabajo, índices de contaminación y otros índices medioambientales que permitan apreciar la sostenibilidad del desarrollo.
Estos indicadores servirán para elaborar informes en los que se pondrá de relieve qué ocurre en cada país miembro, así como la comparación del conjunto de la UE con otros espacios que sirvan de referencia, como EE UU y Japón, evitando la posibilidad de que haya países que no aporten información o que la tengan desactualizada o sin armonizar con los criterios europeos.
Estos defectos de la información actual se aprecian en el Anuario de Eurostat correspondiente a 2002, donde por cierto se observa una situación relativa de nuestro país bastante desfavorable en algunos capítulos, puesto que, por ejemplo, ocupamos el primer lugar en accidentes laborales que entrañan más de tres jornadas de ausencia, así como en tasa de paro, y sólo superamos a Portugal en porcentaje del PIB dedicado a investigación y a Irlanda e Islandia en el porcentaje de dicha magnitud macroeconómica que se dedica a protección social, si bien para estas comparaciones hay que remontarse, en ocasiones, a 1998.
La determinación que existe en el caso de los indicadores estructurales es tal que se estimarán los datos de aquellos países miembros que no los faciliten en forma y tiempo adecuados, y cabe esperar que, de este modo, dentro de muy poco, se pueda contar con un marco de información que haga cada vez más difícil el disimulo de la realidad y, por supuesto, de las responsabilidades en las que cada uno incurre por el efecto que tienen sus decisiones en la evolución de dicha realidad.