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Columna
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Vuelta a la realidad

José Borrell Fontelles asegura que era imposible que Alemania, Francia e Italia alcanzasen el equilibrio presupuestario en 2004. El autor dice que el aplazamiento del calendario a 2006 es un retorno a la realidad

Josep Borrell

Las actuales dificultades económicas ponen de manifiesto la insuficiente coordinación de las políticas presupuestarias y fiscales de los países de la zona euro. Por otra parte, en nombre de la independencia del Banco Central Europeo (BCE), la concertación entre las autoridades presupuestarias nacionales y la autoridad monetaria europea es prácticamente inexistente.

En estas circunstancias, es difícil elaborar el adecuado policy mix macroeconómico. Muy probablemente, en los últimos años las políticas presupuestarias han sido mas expansionistas de lo que hubiera sido deseable en función de los stocks de deuda pública acumulada en algunos países y la política monetaria hubiera podido ser menos restrictiva si los dirigentes del Banco Central Europeo no hubieran querido compensar lo que consideran laxismo presupuestario de unos Gobiernos más dispuestos a bajar los impuestos que a reducir el gasto.

Sólo un crecimiento económico fuerte y sostenido podía salvar la situación .Y así ha sido durante los tres primeros años de existencia del euro. El limite del 3% de déficit publico no era una restricción activa e incluso se ha podido flirtear en los últimos Consejos Europeos con la idea de conseguir el equilibrio presupuestario en 2004.

Pero todo el mundo sabía que ese objetivo era imposible de alcanzar al menos para tres grandes países como Alemania, Francia e Italia, ademas de para Portugal, que ya ha superado el 3%.

Después de varios meses de creciente divorcio entre las proclamas y la realidad la Comisión Europea ha acabado posponiendo esa fecha hasta 2006 y reformulando los criterios de interpretación del pacto.

Esa vuelta a la realidad es una buena noticia para todo el mundo y un buen regalo de investidura para Gerhard Schröder. Le da tiempo, aunque sea con condiciones, para abordar los problemas estructurales de la economía alemana y le evita un nuevo encontronazo con Bruselas. También la Comisión se evita librar una batalla que no podría ganar. Ya lo intentó antes del verano, pero los Ministros del Ecofin se negaron a aprobar la advertencia previa que, en estricta aplicación del tratado, pretendía el comisario de Asuntos Económicos, Pedro Solbes, dirigir a Alemania y Portugal.

El momento también ha sido correctamente elegido: justo después de las elecciones alemanas y prácticamente el mismo día en el que el nuevo Gobierno francés presentaba su Presupuesto. Antes hubiera perturbado el clima electoral alemán y después de conocer los planteamientos presupuestarios franceses hubiera sido imposible seguir jugando al Don Tancredo.

No es la primera vez que se pospone un calendario. La imposibilidad de cumplirlo era tan evidente que todo el mundo, BCE y FMI incluidos, ha aplaudido.

Oficialmente, la causa es la debilidad del crecimiento que no superara el 1% este año en la zona euro y que no permite mantener la previsión del 3% para 2003. En estas condiciones el déficit alemán superará el 3% este año pero los ahora virtuosos países del sur, España incluida, no debieran utilizar esta circunstancia para sacarle los colores al gran y casi único contribuyente neto a las arcas de la Unión Europea.

Con las Bolsas en caída libre, los tambores de guerra en Oriente Próximo y la economía mundial amenazada de recesión era contraproducente intentar conseguir a toda costa un reequilibrio presupuestario en menos de dos años. Pero también sería negar la realidad aparentar creer que la ralentización del crecimiento es el único responsable de los déficit.

La Comisión Europea señala, con razón, que las reducciones de impuestos no financiadas por reducciones correspondientes de gastos tienen mucho que ver con los crecientes desequilibrios. Por ello propone controlar los déficit presupuestarios de una forma más 'sistemática', dando la razón a los que hemos venido insistiendo en que la forma de aplicar el Pacto de Estabilidad era demasiado burda y que un déficit presupuestario nominal, sin tener en cuenta su contexto ni su estructura y componentes, no era un criterio adecuado.

La Comisión efectúa así un verdadero cambio semántico y metodológico. El criterio de referencia para acompasar la reducción del déficit no será ya el déficit nominal sino el déficit 'estructural', es decir el corregido de los efectos coyunturales. æpermil;ste deberá reducirse a un ritmo del 0,5% anual para garantizar un retorno rápido por debajo del listón del 3% y el cumplimiento del nuevo calendario para el equilibrio.

Pero la Comisión Europea no decide. Sólo propone. Y sus propuestas serán rápidamente sometidas al Consejo de Ministros, donde nos esperan encarnizadas discusiones.

A la vista del Presupuesto francés y del enfrentamiento que ha causado con la Comisión no es seguro que los países con más problemas acepten de verdad un marco que puede ser mas restrictivo que el actual aunque implique, o quizá por ello mismo, el regreso al principio de realidad.

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