Una irresponsabilidad compartida
El ministro de Transportes y Comunicaciones de Finlandia, Kimm Sasi, declaraba el pasado 18 de septiembre: 'Es importante que la Unión Europea, y especialmente Alemania, reconozcan que las subastas de UMTS han sido el más grande fracaso político e industrial desde después de la guerra'. La apreciación del ministro finlandés puede que sea acertada, ya que semejantes políticas sólo tienen parangón con las que fueron aplicadas en 1929.
Este tipo de declaraciones se van a extender en la medida en que la crisis económica se profundice, pero lo mas importante actualmente es hacer un buen diagnóstico de la situación del sector de las telecomunicaciones, y sobre todo definir las políticas adecuadas para salir del marasmo.
La primera duda que se plantea es si las subastas fueron el desastre fundamental del sector de las telecomunicaciones, y en cierta medida del conjunto de la economía, o fue únicamente el vaso que hizo desbordar la jarra.
Porque previo a las políticas gubernamentales y regulatorias adoptadas, se había hecho un análisis equivocado por parte del sector en dos temas fundamentales: los ingresos y las inversiones. Los ingresos de la telefonía fija no aumentaron a los niveles previstos, porque la demanda no creció en la proporción esperada, y los precios bajaron por excesos de capacidad y precios intervenidos.
Las fuertes inversiones del sector se pensaban financiar con la salida a Bolsa, pero su desplome bloqueó esta posibilidad. Con este falso análisis las operadoras se lanzaron a inversiones desmedidas, que condujeron al sector a una rentabilidad baja o nula, y sobre todo a un elevado endeudamiento.
La potenciación de las subastas derivó del deseo recaudatorio de los Gobiernos europeos, basado en el llamado consenso de Washington, es decir, los tópicos de política económica que se definen en cada periodo, aunque por supuesto se modifican en el tiempo, y que en el segundo lustro de los noventa fueron el déficit público y la inflación. Estos dos tópicos, que en principio parecen sensatos, aplicados con espíritu fundamentalista, contribuyeron a deteriorar la situación financiera de las telecomunicaciones, y en gran medida la situación económica general. Se potenció el ansia recaudatoria para reducir los déficit, y para el tratamiento de la inflación se utilizó la fijación de precios de una forma intervencionista, en la mejor tradición de los precios autorizados.
Los Gobiernos europeos se equivocaron al no saber dirigir el proceso, y su mayor error fue confundir la tendencia del ciclo económico, pensando que éste y las Bolsas seguirían la tendencia alcista hasta el infinito. Pero cuando se realizaron las subastas, la situación económica se estaba ya deteriorando y lo que hicieron fue agudizar ese deterioro.
También la oposición se caracterizó por una gran irresponsabilidad, ya que cualquier volumen de la carga impositiva a aplicar por el Gobierno a los operadores móviles les resultaba pequeña, así como también les parecían insuficientes las fuertes reducciones de precios aplicadas. Y la mayoría de las posiciones de los medios de comunicación rayaron la demagogia.
Por otra parte, tanto las instituciones públicas como los órganos reguladores, a los que se suponía un mejor conocimiento del sector, tuvieron un planteamiento arcaico e intervencionista. Sobre todo, algunos reguladores europeos se excedieron en su actuación de árbitros, pasando a actuar como definidores de las políticas de telecomunicaciones.
La responsabilidad no cabe atribuirla únicamente a los Gobiernos por haber realizado las subastas, sino que está repartida entre bastantes actores, y lo verdaderamente preocupante es que muchos de los que han participado en el desastre no se dan por aludidos.
Pero ahora es preciso atajar el problema con la toma de decisiones rápidas, en temas como la anulación o en su caso reducción de los avales de móviles, LMDS, y cableoperadoras; permitir la fusión de operadoras y compartir las redes; menor presión sobre los precios; potenciar el mercado, y menor intervención, buscando finalmente empresas eficientes y rentables, y no proteger la ineficiencia. O se corrige rápido o el futuro del sector se presenta mas bien negro.