El binomio de Wall Street y el dólar amenaza la evolución de las Bolsas
Nadie ha sido capaz de inventar el antídoto que libre al mundo del contagio de Wall Street. El dato más llamativo lo encontramos 12 meses después de los atentados terroristas contra Estados Unidos. Las Bolsas estadounidenses han bajado menos que el resto. O lo que es lo mismo, los miedos a la recesión, a nuevos atentados y a graves desequilibrios políticos y sociales han sido exportados, una vez más, al mundo.
Hay un binomio dólar-Wall Street con una relación cada vez más estrecha y generadora de los desfases. El flujo de capitales sigue a favor de Estados Unidos y éstos se invierten en acciones ahora como antaño se invertían en T-bond. Es una espiral que engorda o pierde peso según los flujos. Por eso el dólar baja cuando baja la Bolsa, y al revés.
Este fenómeno virtuoso retrasa, con frecuencia, los movimientos correctores que indefectiblemente deben asumir las Bolsas de Estados Unidos y, claro está, alarga la incertidumbre en el tiempo. Cada vez es mayor el número de analistas que considera sobrecalentado a Wall Street. Entre otras cosas, las cuentas de resultados de las empresas cotizadas siguen sin salir.
Es más, los augurios no son favorables. En los últimos días asistimos a la ceremonia de presentación de proyecciones y advertencias sobre los resultados que vienen. La proporción de compañías estadounidenses que están reduciendo sus previsiones de ganancias para el tercer trimestre en comparación con las que las están elevando es la mayor en un año. Cerca de 2,2 empresas han reducido sus expectativas por cada compañía que las ha elevado. Unas 373 firmas han reducido sus previsiones de ganancias del tercer trimestre, en comparación con 285 en el mismo momento el trimestre pasado. La traducción de este fenómeno en lenguaje bursátil es muy negativo y sugiere que un buen número de acciones extenderá sus pérdidas en las próximas semanas.
Intel, Sun Microsystems, RadioShack, Best Buy o BellSouth son algunas de las empresas que han reducido recientemente sus expectativas de ganancias. Culpan de ello a una recuperación menor a la esperada en el gasto de las empresas y los consumidores. Y estos indicadores no mejoran.
El fin de la política monetaria
En la recta final de julio los grandes bancos de inversión estadounidenses lograron enderezar el rumbo de un barco bursátil a la deriva con el mensaje, luego reiterado en la primera semana de agosto, de que la Reserva Federal de Estados Unidos bajaría los tipos de interés en lo que resta de año desde el 1,75% actual hasta el 1%.Esta presunción -para muchos una presión más de los grandes de la industria de la Bolsa sobre la Reserva Federal- ha avivado el debate sobre la efectividad de las políticas monetarias de los grandes bancos centrales del mundo en la coyuntura económica actual. El ejemplo documentado que aparece en todos los foros es el de Japón. Varios años de tipos cero no han mejorado la situación, porque antes, como ahora, el problema es estructural. Y Estados Unidos lo vive en sus propias carnes. Otra cosa es que lo reconozca. En otras palabras, ¿mejoraría el déficit, aumentaría el ahorro, se desinflarían las burbujas de los activos, se corregirían las paridades monetarias si la Reserva Federal bajara los tipos de interés a cero?