El proceso electoral argentino dificulta un acuerdo con el FMI
En Argentina, pese a que las reformas económicas fundamentales no han sido resueltas aún, el foco de discusión se está trasladando a la arena política. La proximidad de las elecciones primarias (elecciones dónde se elige a los candidatos de cada partido) que se realizarán en diciembre, y de las presidenciales, en marzo, han encendido los decibelios del debate político.
Pese a que con el debilitamiento de los partidos tradicionales (en particular del Radical, diezmado tras la renuncia de Fernando de la Rúa) el sistema bipartidista parece haberse roto, el peronismo sigue teniendo, de acuerdo con lo que señalan las encuestas, un importante suelo electoral. Los principales candidatos para las primarias de este partido son tres: Carlos Menem, Rodríguez Saá y De la Sota. Las divisiones dentro del justicialismo son muy sustanciales y la pelea por encabezar las lista del partido no promete ser limpia. De hecho, Carlos Reuteman, el candidato que posiblemente hubiera ganado estas elecciones gracias a su reputación de honestidad y a la respetabilidad que ha adquirido al mando de su provincia, renunció por temor a una 'interna sucia' en el justicialismo. Dentro de los candidatos restantes, De la Sota es apoyado por el actual presidente, mientras que Rodríguez Saá y Menem han dirigido sus dardos hacia la actual gestión con el fin de distanciarse de la mala imagen de Eduardo Duhalde.
El otro partido con posibilidades en las elecciones presidenciales es el ARI (Argentinos por un República de Iguales), cuya candidata es Elisa Carrió. El distanciamiento de este partido de las fuerzas políticas tradicionales ('¡Que se vayan todos!', es su slogan), su lucha frontal contra la corrupción y el modelo neoliberal instaurado en los noventa han permitido que sea esta candidata la que canalice el descontento de gran parte de los argentinos.
El problema de esta irrupción del debate electoral es que dificulta el avance en las reformas pendientes en Argentina. El riesgo reside en que el Gobierno de Duhalde evite tomar decisiones difíciles aunque indispensables con el fin de no perjudicar a su candidato (De la Sota). Asimismo, el resto de los candidatos ya han mostrado su oposición a medidas impopulares con el fin de capitalizar votos. Hasta marzo de 2003, persistirá la incertidumbre sobre cuál puede ser el rumbo económico que emprenderá la nueva Administración (Carrió y Rodríguez Saá, los favoritos en las encuestas, son claros heterodoxos), poniendo en riesgo el cumplimiento de cualquier compromiso que pueda alcanzar este gobierno con el FMI. De hecho, el organismo multilateral ya ha señalado que pedirá garantías a los candidatos sobre la continuidad de las políticas antes de llegar a un acuerdo, algo que, tal como sucedió en Brasil, será difícil de lograr.
El suelo que parece haber alcanzado la actividad económica, la estabilidad del peso en los últimos tres meses y la relativa calma social podrían llevar a pensar que las reformas económicas y el logro de un acuerdo con el FMI no son tan urgentes.
Nada puede ser más errado. El equilibrio en el que se encuentra Argentina es muy frágil. Una reactivación de la economía requiere de la resolución de los conflictos actuales que permita la reinserción de Argentina en la comunidad financiera internacional, lo que implica llevar a cabo una serie de medidas políticamente delicadas como la renegociación de los contratos de servicios públicos, de la deuda y la reestructuración del sistema financiero. El actual contexto político seguramente no las favorecerá dentro de un entorno de por sí ya altamente conflictivo.