El riesgo crece ante las dificultades presupuestarias
A sólo un mes de asumir las presidencia colombiana, Álvaro Uribe se enfrenta a una serie de desafíos que han aumentado la percepción de riesgo del país en los mercados internacionales. Como consecuencia, el peso colombiano se ha depreciado un 15% en los últimos meses, mientras que los diferenciales soberanos se han ampliado 383 puntos hasta rozar los 1.000 puntos básicos. Recientemente, la agencia de rating Fitch se unió a Moody's y Standard Poor's y puso en perspectiva negativa la calificación de la deuda soberana colombiana.
El deterioro del contexto internacional, caracterizado por la recesión en Venezuela, principal comprador de productos manufacturados colombianos, y la caída de las principales materias primas de exportación (café y petróleo), junto con una difícil situación interna fruto del recrudecimiento de la guerrilla, han determinado que el crecimiento de la economía en 2002 esté sustancialmente por debajo de las expectativas. El impacto sobre las cuentas fiscales no se ha hecho esperar: este año el déficit debería alcanzar el 3.5% del PIB frente a un objetivo inicial del 2,6%. Uribe, enfrentado a esta difícil coyuntura, ha propuesto un arriesgado plan consistente en aumentar el gasto militar.
Para ello ha impulsado una serie de reformas que incluyen la creación de nuevos impuestos y la reducción de los cargos en la Administración pública. El riesgo de esta estrategia reside en que de no aprobarse estas reformas, el déficit se mantendría en niveles insostenibles dada la actual sequía de capitales externos en la región. En 2003, el gasto fiscal debería incrementarse casi el 1,2% del PIB, situación que obligaría al Gobierno a aumentar sus ingresos en un 1,7% del PIB. Incluso de lograrlo, las necesidades de financiación para 2003 serían importantes e implicarían un mayor apoyo de los organismos multilaterales. Algo no seguro pero muy probable dado el fuerte apoyo que ha recibido Uribe de la Administración Bush y el enfoque más flexible que tiene el FMI hacia la región.
Uribe posee un fuerte capital político gracias al apoyo del Congreso y su popularidad. No obstante, lograr aprobar rápidamente todas las reformas propuestas no es una tarea sencilla, justificando la prudencia que han mostrado recientemente los inversores.
Disparidad cambiaria
En las últimas sesiones se ha vuelto a poner de manifiesto que la incertidumbre e inestabilidad por la que atraviesa Latinoamérica no está afectando en la misma medida a los diferentes países, o, por lo menos, ésa es la percepción que se desprende a partir del comportamiento del mercado de divisas.
La moneda que más castigo sufrió en la primera mitad del año, el peso argentino, es la que presenta en los últimos tres meses un mejor comportamiento relativo. A pesar de que la situación en el país austral no da muestras de mejora e, incluso, se aplaza un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), su divisa goza desde el pasado mes de junio de una extraordinaria estabilidad en cotizaciones de 3,60 unidades por dólar.
En el caso del real brasileño, la ausencia de movimiento también es la característica dominante desde que el pasado mes de agosto se alcanzara un acuerdo con el FMI por un importe de 30.000 millones de dólares.
En sentido contrario, tanto del bolívar venezolano como del peso colombiano se han depreciado hasta mínimos históricos. En el primer caso, la fuerte inestabilidad política por la que atraviesa el país ha provocado la pérdida del objetivo del Gobierno de situar el tipo de cambio en 1.350 unidades por dólar. En el caso del peso colombiano, el temor por el fuerte incremento del déficit fiscal ante las necesidades de financiación de la campaña del Gobierno contra la guerrilla está derivando en rebajas de las perspectivas crediticias, incrementos del riesgo de crédito y depreciación de la divisa hasta mínimos históricos.