El fisco británico hace su agosto con el vino
Kim Cundle, una ciudadana británica, volvía de una excursión para hacer compras al lado del canal de la Mancha. En Calais había llenado su furgoneta con vino para celebrar su 40 cumpleaños. Al desembarcar del ferry en el puerto británico de Dover, los agentes de aduana la sometieron a un interrogatorio de cinco horas, al final del que decidieron que la señora no podía justificar el transporte de tanto vino para su uso personal y confiscaron el vino y la furgoneta.
'Es responsabilidad del ciudadano convencernos de que el vino que trae al país no es para usos comerciales', dijo un portavoz del servicio de aduanas.
El Tesoro británico se toma tan en serio este asunto que hay casos documentados de agentes de aduanas que han aparecido en bodas para comprobar que el vino desembarcado en Dover fuera realmente importado para celebrar un festejo, y no para la reventa al pub del barrio.
La señora Cundle y sus dos compañeras llevaban 270 litros de vino, justo dentro del límite legal de 90 litros por persona; por lo tanto, ha puesto un pleito contra el servicio de aduanas para recuperar vino y furgoneta. Si el tribunal desestima el caso, tanto el caldo como el vehículo saldrán a subasta pública. En estos casos las autoridades incluso tienen poderes de imponer multas y retirar el carnet de conducir.
Pero lo cierto es que Cundle tuvo mala suerte. Cada fin de semana el ferry Dover-Calais se convierte en un puente marítimo, repleto de proa a popa con vehículos llenos de vino comprado en los hipermercados franceses. Y no es de extrañar esta especie de contrabando entre países miembros de la UE, teniendo en cuenta la falta de homogeneidad fiscal entre el Reino Unido y el resto de Europa para las bebidas alcohólicas. Una botella de whisky escocés puede costar hasta un 40% más barata en una tienda de ultramarinos española que en las tiendas duty-free de cualquier aeropuerto británico. Incluso en su punto de origen, es decir en una destilería de Escocia, los impuestos llegan a representar alrededor del 80% del precio de la botella.
Como consecuencia, un nutrido número de comerciantes de vino del Reino Unido ha abierto sucursales en los pueblos de la costa francesa para vender a sus clientes el mismo vino que en sus tiendas de Londres, pero a un precio hasta un 50% más barato.
A pesar de las muchas quejas y reclamaciones del público y el sector profesional, el Gobierno no cede en un asunto que asegura a Hacienda el ingreso de varios miles de millones de libras al año en impuestos.
Además del vino, el tabaco es otra sustancia prohibida, al menos por su precio, cuya venta engrosa de forma considerable el erario público. Una cajetilla de Marlboro, por ejemplo, una de las marcas de mayor venta del país, cuesta más de cuatro libras (unos 6,2 euros) en el estanco (2,50 euros en España). Así se explica por qué continúa siendo tan popular la cajetilla de 10 cigarrillos y también por qué los fines de semana las estanterías de los mismos hipermercados de Calais se quedan vacías de tabaco.
En los últimos 10 años se ha multiplicado casi por tres el volumen de consumo de vino en el mercado británico, desde 7,7 litros por persona al año hasta 22 litros en 2001, según un sondeo de la sociedad de análisis de mercado Mintel. El vino francés sigue copando el primer puesto con una cuota de mercado del 21,8%, dejando España en séptimo lugar con el 7,6%, tras nuevos exportadores como Australia y Suráfrica.