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Arte

Chillida universal

Más de 80 exposiciones en todo el mundo engrandecen el universo del escultor, fallecido el pasado lunes

Desde el pasado miércoles las cenizas del escultor Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924) descansan en el caserío Zabalaga, construido en 1594 en el municipio de Hernani, en un área privada del Museo Chillida-Leku, su gran sueño, inaugurado en 2000. Fue en este mismo pueblo donde el escultor comenzó en 1951 sus trabajos en la fragua de un herrero después de su breve experiencia parisina. La capital francesa albergó un poco antes la primera exposición del artista. Le seguirían más de 80 en todo el mundo, entre colectivas e individuales -ocho sólo durante este año-, porque al artista le ilusionaba que sus obras viajasen, como manifestó en alguna ocasión, por lo que los comisarios y organizadores siempre encontraron facilidades. La última, todavía abierta, en el Palacio de Bellas Artes de México.

Pocos han representado como Chillida una idea de arte que trasciende las fronteras nacionales, mostrándose clásico a la vez que creador señero del arte contemporáneo español más actual. Por eso su obra ha sido embajadora en medio mundo: París, Venecia, Basilea, Berlín, Amsterdam, Tokio, Nueva York... Ese reconocimiento internacional y genialidad llevó su obra a acompañar también las presidencias españolas de la Unión Europea. La última vez, los pasados meses de enero y febrero, en una modesta exposición en la que Chillida compartió protagonismo con Antoni Tàpies. Obras de la colección Telefónica presentadas en un escenario nuevo para uno y otro artista, la Academia Española de Roma. Chillida y Tàpies nacieron en los años veinte, participaron en los procesos de renovación de los cuarenta, ampliaron su aprendizaje durante su estancia en París y estuvieron en plena creatividad en los noventa. Cómplices también en el reto de armonizar la materia con el espacio artístico. 'A pesar de ser artistas con estilos muy diferentes nuestras obras coincidían en un sentido espiritual', declaraba esta semana el escultor y pintor catalán tras conocer la muerte de Chillida.

La muestra de admiración más reciente que el escultor recibió en vida llegó desde México. Una antológica formada por 86 piezas realizadas entre 1951 y 2000 que ocupan todas las salas del Palacio de Bellas Artes de la capital azteca y que se presenta como una oportunidad única para descubrir el universo de Chillida en toda su expresión, especialmente tras la desaparición del artista. Esta exposición de Eduardo Chillida fue organizada y presentada en el año 2001 por la Galerie Nationale du Jeu de Paume en París y dirigida por Daniel Abadie, director del museo parisino. Viajó después a Alemania y al Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey. En la muestra del Palacio de Bellas Artes, que se podrá visitar hasta el próximo mes de octubre, se han añadido piezas procedentes de las colecciones del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca y la del Museo de Arte Contemporáneo Internacional Rufino Tamayo.

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