Alan Greenspan evita alusiones a la situación de las Bolsas de EE UU
Alan Greenspan advirtió el martes de la debilidad del crecimiento económico en Estados Unidos, mantuvo los tipos de interés, dejó la puerta abierta a nuevos recortes y sugirió que la política monetaria actual es acomodaticia, en cualquier caso. En esta ocasión pasó por alto la evolución de las Bolsas estadounidenses a pesar del gran protagonismo negativo de las últimas semanas. O si se prefiere, fue parco en comentarios al respecto y muy frío en sus sentimientos.
El presidente de la Reserva Federal acuñó en la Navidad de 1987 y en la primavera de 1998 el término, ya célebre, de exuberancia irracional de los mercados. Los bullish, el toro que encarna el alza en Wall Street, lo atropellaron y las Bolsas subieron y subieron hasta marzo de 2000. Alan Greenspan aludió el año pasado al peligro de inflación de los activos, pero bajó los tipos de interés en 11 ocasiones. La Bolsa sólo ha hecho que bajar, pero el gas que sale de la burbuja accionarial infla un globo a punto de reventar, el inmobiliario, en un fenómeno que se da en todos los países industrializados.
El máximo mandatario de la Reserva Federal ha pasado por alto la situación de las Bolsas en su último discurso. Hay analistas, tan fríos como meticulosos, que han reparado en el asunto. ¿Por qué este desinterés? La versión que ofrecen los mejores especialistas es que Alan Greenspan considera que los mercados de acciones siguen caros, porque los resultados empresariales no justifican multiplicadores (PER) tan elevados en Wall Street.
La advertencia sobre una debilidad económica mayor de lo esperado refrenda esta postura, porque los resultados necesitan un entorno económico vigoroso, además de saneamientos financieros y curas de adelgazamiento como las que han iniciado en los últimos meses un importante número de empresas.
La única referencia bursátil del discurso del martes fue que 'el debilitamiento del crecimiento de la demanda agregada que surgió esta primavera se ha prolongado en gran medida por la debilidad de los mercados financieros y el aumento en la incertidumbre relacionada con los problemas de información y conducción empresarial'. Alan Greenspan ha sido, desde siempre, un gran defensor de la racionalidad en el proceso de formación de los precios de los activos financieros y el mayor enemigo de las burbujas. Cuando advierte del peligro que entraña el deterioro de la situación económica, da por asumido que la recuperación de los beneficios de las empresas será lenta. Esta advertencia ya la hizo, por cierto, en primavera.
El análisis de las cuentas juradas
Wall Street es hoy, como ayer, el mayor espectáculo del mundo. El giro radical que experimentaron los grandes índices en la última hora del miércoles, con ganancias entre el 3% y el 5%, fue de los que hacen época.
El desánimo que provocó el discurso de Alan Greenspan el martes fue corregido con avidez al día siguiente, porque la mayor parte de las empresas afectadas por la nueva legislación contable juraron sus cuentas. No hubo otra referencia.
Lo interesante, no obstante, viene ahora, a pesar del gran frenesí de Wall Street. Toca analizar con detenimiento las cuentas juradas, porque ello no significa que los resultados sean buenos o malos. Es una certificación que no da valor añadido a las cotizaciones. Por eso chocan los festejos de Wall Street.
Los analistas más estudiosos, los que elaboran desde siempre balances paralelos a través de los contactos continuados con las empresas, insisten en que el PER de las Bolsas de Estados Unidos está muy por encima de las medias históricas. Y eso no lo arregla un balance jurado.