Más hipotecas que nunca
Los españoles estamos más hipotecados que nunca. Y todo indica que la tendencia continuará. En un país con 13 millones de hogares, la Asociación Hipotecaria Española (AHE) calcula que existen 10 millones de hipotecas contratadas. Aun teniendo en cuenta que muchos hogares tienen suscrito más de un crédito hipotecario, el ratio por hogar constituye un récord sin precedentes. Además, el porcentaje de ingresos destinado a la compra de vivienda está alcanzando cotas que los economistas empiezan a considerar insostenibles. Según el servicio de estudios del BBVA, los españoles destinan hoy un 70% de su renta disponible a financiar la compra de su vivienda, frente al 46% de hace sólo seis años.
Pese al abultado peso de la deuda inmobiliaria, la morosidad en créditos hipotecarios sigue a mínimos históricos: 0,63% en el primer trimestre del año, el cuarto menor porcentaje de mora desde marzo de 1999 y muy por debajo de la morosidad del total de préstamos (1,03%). Pero los precios de la vivienda siguen creciendo a ritmos muy superiores al IPC y los salarios. La firma de tasaciones Tinsa calcula que el precio de la vivienda de segunda mano aumentó un 17%, y el de la nueva, casi un 15% entre julio de 2001 y el mismo mes de 2002.
Afortunadamente para los hipotecados, una subida de tipos parece cada vez menos probable a corto plazo, dada la desaceleración económica de los principales países de la zona euro. Pero si los tipos de interés llegaran a subir, muchas familias tendrían serias dificultades para asumir sus compromisos de pago. Ni que decir tiene que la situación puede tornarse crítica si fuesen ciertos los augurios de 'burbuja inmobiliaria' y un desplome del mercado hiciese caer el valor de los inmuebles por debajo de la deuda contraída para su adquisición.
Las señales de peligro son claras. Pero ello no logra desanimar el mercado. Los últimos datos del INE indican que en abril se hipotecaron 66.562 fincas urbanas, un 30% más que en el mismo mes de 2001. Un incremento que no se justifica sólo por el efecto calendario de la Semana Santa de 2001 (en abril) y que, según las previsiones de los expertos, se ha visto pronunciada aún más en los meses de mayo, junio y julio. Una exuberancia que incluso los promotores empiezan a considerar casi irracional.