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Confrontación social

La conflictividad laboral en la UE se dispara desde la cumbre de Barcelona

Sólo en esta semana se han convocado dos huelgas generales en Grecia y en España, respectivamente; Alemania se ha visto afectada por la primera huelga del sector de la construcción desde la II Guerra Mundial y por otro paro convocado para hoy en la banca, y Francia e Italia sufrieron ayer la huelga de los controladores aéreos, que afectó al tráfico de aeronaves en todo el continente.

El deterioro del clima social es generalizado en una Europa dominada ahora por una mayoría de Gobiernos de centro-derecha, en un claro entorno de débil ritmo de crecimiento económico y con un proceso de construcción europea estancado por los numerosos procesos electorales.

En Barcelona, la UE se comprometió con el objetivo del pleno empleo para 2010 acordado en la cumbre de Lisboa, la creación de empleo de mayor calidad y la participación de los interlocutores sociales en el proceso de reformas económicas. El presidente del Gobierno, José María Aznar, se presentaba ante sus homólogos de la UE como el dirigente capaz de sacar adelante, con el apoyo de los sindicatos, reformas como el recorte de la protección del desempleo para los nuevos contratos pactado en 1997.

España, que ostenta la presidencia de turno de la UE, se había marcado el objetivo para estos seis meses de impulsar la liberalización y la flexibilización de los sectores productivos, que chocaba con los intereses electorales de las dos principales potencias. Francia y Alemania presentaron entonces el contrapunto a la corriente liberalizadora y exigieron que 'la modernización del aparato económico europeo (...) asegure un alto nivel de protección y dé respuesta a los imperativos de igualdad y cohesión que son el corazón del modelo social europeo'.

Los hechos no han dado la razón ni a unos ni a otros. Ni los procesos de reformas y de construcción europea han recibido el impulso que pretendía Aznar, ni los Quince han cumplido su compromiso de defender el modelo social europeo.

Los sindicatos ya advertían en Barcelona que 'la Europa más competitiva que se proclama en Barcelona ha de llevarse a cabo sin recortes sociales'. Y, precisamente, las protestas sociales tienen ese eje común: los procesos de liberalización se traducen en una merma de los derechos sociales y los trabajadores no perciben los beneficios del 'más Europa' que proclaman sus gobernantes.

Bajo crecimiento

Mientras tanto, la economía europea sale renqueante de una crisis que, en el caso de Estados Unidos se ha saldado con un crecimiento del PIB del 5,6% en el primer trimestre del año. El modelo de crecimiento europeo queda lejos de propiciar un crecimiento de la productividad a niveles del 8,5% estadounidense, con niveles de paro inferiores al 4% y lejos del 9% europeo.

El diálogo social se complica, además, en una Europa que en pocos años ha pasado de estar dominada por los socialdemócratas a primar Gobiernos de centro-derecha que llevan a la cumbre de Sevilla, como toda prioridad, el blindaje contra la inmigración.

La aparición del ultraderechista Jean-Marie Le Pen en la primera línea del panorama político francés provocó un repliegue hacia posiciones más conservadoras de los principales Gobiernos europeos, al trasladar a sus propios países el mensaje que creían observar en las elecciones galas. Frente a las dificultades de sacar adelante reformas como la liberalización de los mercados financieros, que han llevado años, en menos de una semana Dinamarca, Austria, Italia, Reino Unido y España anunciaron sucesivamente una reforma de sus leyes de inmigración.

Una traslación que no se ha producido en el caso de las protestas sociales. Si las protestas de los movimientos antiglobalización desde Seattle en diciembre de 1999 provocaron un cambio al menos de discurso por parte de los principales líderes mundiales, la oleada de huelgas que ha sufrido Europa no ha provocado ningún cambio en las políticas diseñadas por los Quince.

El programa del Consejo Europeo de Sevilla de esta semana establece como prioridades fundamentales la inmigración, la reforma institucional, la ampliación, las relaciones exteriores y cuestiones económicas como el pacto de estabilidad. Ninguna mención a las protestas sindicales. El programa paralelo de protestas recordará a los Quince que una parte de Europa reclama cambios en las políticas que diseñan el proyecto común.

El freno impuesto por el eje franco-alemán

 

Dos procesos electorales han marcado en este semestre de presidencia española el calendario político comunitario y el impulso al proceso europeo con especial incidencia: las elecciones presidenciales y legislativas francesas, en abril y junio, respectivamente, y las próximas elecciones legislativas alemanas del 22 de septiembre.

 

 

 

 

 

 

 

Los dos colosos europeos han inferido directamente sobre los éxitos y los fracasos de estos meses, impelidos por las promesas de sus campañas electorales y las dificultades de un entorno de debilidad económica.

 

 

 

En el caso francés, el paso del ultraderechista Jean-Marie Le Pen a la segunda ronda de las presidenciales, desbancando al socialista Lionel Jospin, propició un giro a la derecha de los programas de los demás candidatos, que se ha trasladado inmediatamente al resto de Europa en forma de un blindaje contra la inmigración.

 

 

 

El lema de 'más Europa' restaba votos a los candidatos y el eje franco-alemán ha visto su fin.

 

 

 

Alemania se ha mostrado especialmente dura con el comportamiento presupuestario de Francia, toda vez que Berlín impidió una advertencia por parte del Ecofin ante el deterioro de sus finanzas públicas. Alemania también ha dado al traste con el calendario de ampliación previsto, a cuenta de las ayudas agrícolas a los países de la adhesión, dado que el canciller Gerhard Schröder no puede presentarse a las elecciones con un aumento de su aportación al Presupuesto comunitario.

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