Polonia, cada vez menos Este y cada vez más Europa
Luis Manuel Viñuales destaca las ventajas de Polonia para las empresas españolas, un país que a su importancia como mercado potencial une también una situación geográfica privilegiada
Si observamos el mapa del Viejo Continente y trazamos una línea imaginaria que lo divida en dos mitades, este y oeste, quizás nos sorprenda que aquélla cruce varios de los llamados países del Este. Apenas 13 años atrás esa línea divisoria no era imaginaria y estaba deliberadamente desplazada hacia la izquierda del mapa. Hoy, los países de aquel Este siguen siendo grandes desconocidos para muchos empresarios españoles.
Tomemos el ejemplo de Polonia, el mayor país en población y extensión de entre los candidatos a ingresar en la UE. Tras la caída del régimen comunista en 1989, sus esfuerzos para transformar su Estado y su economía se vieron inicialmente reconocidos en 1991 con la conclusión del Acuerdo de Asociación con la Comunidades Europeas y, posteriormente, recompensados en 1997 cuando fue invitada a iniciar formalmente las negociaciones para su ingreso en la UE. El informe de la Comisión sobre el progreso de Polonia en 2001 hacia su incorporación a la UE proporciona algunos datos para la reflexión. En el periodo 2000-2001, la financiación recibida por Polonia de la UE a través de los programas Phare (modernización de las instituciones), Sapard (desarrollo agrario y rural) e ISPA (medio ambiente y transportes) alcanzó una media anual de 398, 187 y 385 millones de euros, respectivamente. Estas cuantiosas ayudas no han caído en saco roto, si bien son varios los aspectos a mejorar señalados (avanzar en el proceso de privatización, modernización de la administración del Estado y lucha contra la corrupción).
Con todo, Polonia ha superado hasta el momento con nota su adaptación a la economía de mercado, estableciendo un marco legal y fiscal cada vez más en consonancia con los estándares de la UE. El inversor español interesado en el mercado polaco no se verá sorprendido por figuras mercantiles o impuestos desconocidos. Así, podrá optar por establecer una sociedad de responsabilidad limitada, una sucursal o comenzar su aventura en el Este abriendo una oficina de representación; pagará en caso de obtener beneficios un impuesto sobre sociedades del 28%; en caso de generar pérdidas, éstas podrán compensar beneficios de los cinco ejercicios siguientes; disfrutará de determinadas vacaciones fiscales en caso de invertir en las zonas menos favorecidas; soportará y repercutirá IVA a tipos del 3%, 7% y 22%; verá tutelados sus derechos de propiedad intelectual e industrial por textos normativos recientes (junio de 2000) elaborados bajo la supervisión de la UE; deberá observar la Ley de Defensa de la Competencia y del Consumidor (abril de 2001)... En efecto, el marco legal y fiscal resulta, cuando menos, familiar.
Además, gozará de la protección de acuerdos bilaterales España-Polonia que le situarán en igualdad de condiciones frente a otros inversores extranjeros: España y Polonia cuentan con un convenio para evitar la doble imposición desde 1979, y con un acuerdo para la promoción y protección recíproca de inversiones desde 1992.
A pesar de ello, la presencia de empresas españolas en Polonia -y en otros países centroeuropeos- es meramente testimonial cuando se compara con la presencia de empresas de otros Estados miembros. Un mercado de cerca de 40 millones de habitantes con una situación geográfica privilegiada, sin duda más próximo a España que el llamado mercado natural latinoamericano -las barreras idiomática y cultural cada vez lo deberían ser menos en la era de la globalización- y cuyo desarrollo estamos financiando desde el seno de la UE, bien merece un mayor esfuerzo de aproximación por nuestra parte. Somos miembros del club y pagamos la cuota, pero hasta el momento otros socios están tomando mejores posiciones para dar la bienvenida a las futuras incorporaciones.