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Crónica de Manhattan
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Candidato Bush, presidente Bush

Los terroristas se aprovecharon de lo que nos hace fuertes y lo usaron contra nosotros, pero mientras que continuemos atesorando nuestras libertades siempre estaremos expuestos'. Así se manifestaba el director del FBI, Robert Mueller ante el Senado el pasado mayo. Desde entonces se ha sabido cómo la burocracia, incompetencia y falta de medios en esta oficina impidieron el normal desarrollo del trabajo, lo que en palabras de algunos podría hasta haber impedido, al menos, el ataque del 11 de septiembre.

El FBI necesita lavarse la cara. No se trata de convertirlo en un oscuro y eficiente patio trasero de la política de la Casa Blanca sino de evitar la vergüenza de decirle a los americanos otra vez cosas como que una de sus agencias de inteligencia no pudo recibir en su delegación de Florida fotos de los secuestradores de los aviones por correo electrónico tras el 11 de septiembre porque el software de algunas de sus oficinas son incompatibles. Así las cosas, Mueller ha puesto en marcha una renovación del FBI y algunas reglas de su juego.

Pero algunos de estos planes ya han desatado las críticas no sólo de los grupos de defensa de derechos civiles sino de congresistas republicanos como James Sensenbrenner que el sábado en la CNN criticaba la vuelta a 'los malos viejos tiempos'. En concreto, lo más controvertido es el aumento de las posibilidades de investigación del FBI en lugares como Internet, iglesias, asociaciones, bibliotecas, partidos políticos, es decir ampliar el espionaje en casa. Ahora, las palabras de Mueller sobre las libertades en EE UU suenan como una advertencia, no como un canto a la libertad.

Pero es que hay nervios. No sólo por los fallos en la inteligencia del país sino porque la tensión entre India y Pakistán asusta en la Casa Blanca. Ya no sólo por el clima bélico entre dos potencias nucleares, sino porque el desplazamiento de las tropas del aliado paquistaní de las frontera con Afganistán a la India dejan a EE UU sin una de sus patas en la zona cuando lo único que se sabe de Osama Bin Laden (del que casi nadie habla ya) es que no está en manos de los estadounidenses 'ni vivo, ni muerto', como quería el presidente George Bush, y Al Quaeda sigue siendo una amenaza.

Algunos de estos miedos se evidencian en decisiones como las de la FDA (que autoriza alimentos y fármacos) que va a aprobar medicamentos y antídotos para luchar contra la amenaza antiterrorista que sólo hayan sido probados en animales. O en el discurso de Bush el sábado en la academia militar de West Point en el que dijo a los recién graduados que las doctrinas de la Guerra Fría sobre contención y disuasión son irrelevantes ahora y la única manera de parar a quienes amenazan a EE UU es atacar primero. Una muestra más de que el presidente Bush no es ni la sombra del candidato, ensimismado en la política nacional, que fue.

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