Dólar en cuestión
El dólar ha mostrado recientemente ciertos síntomas de debilidad frente al euro. En lo que va de año se ha depreciado un 5% y si se considera como base el mínimo registrado a finales de enero (0,8578 dólares/euro), la depreciación supera el 7%. La explicación del curso del dólar frente al euro no se encuentra en una mejor valoración de las variables fundamentales de la economía europea, sino refleja una menor confianza en la economía norteamericana. Lo que parece sorprendente es que la tendencia hacia la depreciación del dólar se haya acelerado justo cuando se ha conocido que el PIB americano ha crecido a una tasa significativa (superior al 5%) en el primer trimestre.
La confianza en la economía norteamericana ha venido sosteniendo el dólar a pesar de los síntomas de sobrevaloración de sus activos financieros en 1999 y de la recesión productiva desde principios de 2001. Además, sorprendentemente, tras los ataques terroristas del 11 de septiembre, el dólar se apreció adicionalmente, dado su carácter de inversión refugio, a pesar de las consecuencias negativas que podían generarse para la economía americana.
La apreciación del dólar, por lo tanto, ha estado amparada en diversas causas: la esperada rentabilidad de los activos financieros, especialmente los del sector de alta tecnología; el extraordinario aumento de la productividad americana, y su efecto sobre el PIB potencial, y su carácter de moneda refugio.
Una vez que estas influencias se han ido desvaneciendo, los inversores pueden conceder mayor importancia a los desequilibrios acumulados. El crecimiento económico ha generado un importante déficit por cuenta corriente, que en la actualidad se sitúa en un 4,2% del PIB.
Mientras que en el pasado la financiación de este déficit ha sido posible gracias al atractivo que han supuesto los activos financieros de EE UU, por alguna de las razones mencionadas, a partir de ahora las alternativas de que disponen las autoridades son: aumentar el atractivo de la inversión en activos en dólares elevando sus tipos de interés (a pesar de que las expectativas de inflación aún son moderadas); plantear medidas comerciales para corregir el déficit externo (que podrían justificar los aranceles recientemente impuestos sobre el acero), o dejar caer el dólar.
Esto último tendría doble efecto: abarataría la inversión en activos denominados en esa divisa y reduciría los precios en dólares de los bienes exportables de EE UU, contribuyendo a cerrar la brecha comercial.
Las autoridades económicas estadounidenses no parecen desear la depreciación del dólar. Según el secretario del Tesoro, Paul O'Neill, son los flujos de inversión extranjera, atraídos por las perspectivas de una buena rentabilidad, los que se reflejan en el déficit elevado, y no hay que temer que el inversor corrija sus preferencias de forma drástica. También podría entenderse que las anunciadas subidas de tipos en un futuro indeterminado, por Alan Greenspan, contribuyen a este fin. Sin embargo, es peligroso esperar que la financiación pueda mantenerse; el déficit externo americano debe ser corregido. æpermil;sta es la postura del Fondo Monetario Internacional, que, incluso, le señala como uno de los principales factores de riesgo de la economía mundial en la actualidad. Además, un estudio de la Reserva Federal indica que los déficit externos empiezan a corregirse cuando alcanzan un 5% del PIB, y que lo hacen acompañados de una caída media del 40% en el tipo de cambio nominal.
Aunque haya consenso en la deseable corrección del déficit estadounidense y en la inevitabilidad de la depreciación del dólar, no hay acuerdo sobre si se debe esperar su caída suave o drástica. Los movimientos cambiarios rara vez son suaves, aunque así sea deseable.
Podría ser que los principales países firmaran acuerdos para limitar las fluctuaciones, pero es difícil (o imposible) ir contra el mercado. Por otra parte, habría que determinar la sobrevaloración del dólar. La revista The Economist publicó a finales de abril su famoso índice BigMac, con el que deduce la situación de infra o sobrevaloración relativa de algunas monedas respecto al dólar norteamericano. Según esta medición, el dólar a finales de abril estaba infravalorado sólo un 5% respecto al euro.
No obstante, tampoco hay que pensar que una depreciación del dólar le vaya a situar en su nivel equilibrio. Si se generara un movimiento de desconfianza en la moneda americana, los flujos de salida de capitales la podían arrastrar a niveles inferiores a su valor de equilibrio durante un periodo largo de tiempo, incluso mayor al necesario para corregir el déficit externo.