Los creadores de la Red que cambió el mundo
La creación de Internet comenzó hace 40 años, en plena guerra fría, como proyecto militar. Hoy, su uso ha cambiado el mundo. El jurado del Príncipe de Asturias ha premiado a cuatro de sus pioneros
El 29 de octubre de 1969, apenas tres meses después de que Armstrong, Aldrin y Collins pisaran por primera vez la Luna, un joven profesor de la Universidad de California (Ucla) estaba sentando las bases, tal vez sin ser muy consciente de ello, de la mayor revolución en las comunicaciones desde la invención del teléfono. Desde una pequeña aula, Leonard Kleinrock hablaba con un colega de Stanford. Su propósito era enviar a través de sus ordenadores conectados la palabra log in (regístrate).
Kleinrock envió la 'L'. Stanford le respondió mandando la 'O'. Kleinrock envió otra letra, la 'G'. En ese momento, el sistema se cayó. Aunque no lograron completar la palabra hasta varias horas después, se había conseguido un hito: la conexión de dos ordenadores a larga distancia para enviar cualquier tipo de información, un invento que, varios años después, se bautizaría con el nombre de Internet.
Es imposible fijar nombres concretos en el nacimiento y creación de la Red. Como reconoce el propio Vinton Cerf (uno de los premiados esta semana con el Príncipe de Asturias de Investigación), 'el Gobierno, las universidades y la industria han sido socios clave en el desarrollo de esta tecnología junto a los científicos'.
De hecho, fueron los rusos, con el lanzamiento del satélite Sputnik, en 1957, quienes obligaron a EE UU a crear la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados (Arpa, en sus siglas en inglés), donde se dieron los primeros pasos de lo que hoy se conoce como Internet. Dependiente del Ministerio de Defensa, la misión de este organismo era liderar la investigación científica en el mundo y evitar volver a ser sorprendidos por proyectos del enemigo, como el Sputnik. En plena guerra fría, Arpa se convirtió en el proyecto más mimado del Gobierno Eisenhower, recibiendo millones de dólares de presupuesto y reclutando a los mejores científicos del país. Aunque su principal objetivo era la investigación espacial y nuclear, desde el principio buscó crear un sistema seguro que permitiera la comunicación entre sus bases de operaciones.
En 1962, Arpa desarrolló un programa específico de ordenadores, llamado Darpa, y puso al frente de éste a un reputado investigador del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), John Licklider, un auténtico visionario de lo que llegaría a ser Internet. En su obra Red Galáctica, publicada a principios de los sesenta, ya hablaba de 'una red accesible virtualmente por cualquier persona desde cualquier ordenador'. Paulatinamente, se incorporaron al proyecto Darpa varios investigadores del MIT que, como Lawrence Roberts (otro de los premiados con el Príncipe de Asturias como padre de Internet), habían hecho progresos asombrosos en el campo de las redes de comunicación interconectadas.
En 1967, entre las fuertes protestas de la población norteamericana contra la guerra de Vietnam, se decidió dar un giro al proyecto inicial de Arpa (investigación nuclear y balística). Los progresos habían avanzado lo suficiente para dirigir los planes hacia el desarrollo de Arpanet, una red de comunicaciones a través de ordenadores. Después de que se lograra enviar la palabra log in entre Ucla y Stanford, los esfuerzos se dirigieron a crear un lenguaje común que reconocieran los ordenadores conectados a la red de Arpanet, que a principios de los setenta ascendían a 23 servidores.
Arpanet cobraba cada vez más popularidad y en octubre de 1972 se hacía una demostración pública en Washington ante científicos de todo el mundo, que pudieron contemplar con admiración la conexión entre 40 ordenadores instalados a lo largo de toda Norteamérica. Ese mismo año se introdujo el correo electrónico, desarrollado por Ray Tomlinson, quien había escrito el software básico de envío-recepción de mensajes.
Mientras, dos personas trabajaban en la creación del lenguaje común que iba a permitir que las máquinas se entendieran unas con otras. Una era Robert Kahn, un experto ingeniero electrónico del MIT, y la otra Vinton Cerf, quien, con sólo 31 años, fue fichado para el proyecto Arpanet. En 1974 ambos desarrollaron el protocolo TCP/IP, cuyo principal concepto era su arquitectura de redes abiertas.
Siguiendo las líneas de Licklider en Red Galáctica, los fundamentos del nuevo protocolo eran que cada red debía ser capaz de trabajar por su cuenta, tener su propia 'puerta de acceso' y los paquetes de información debían ser enviados por la ruta más rápida y sin ninguna discriminación.
Aunque empieza a crecer el número de redes, en aquellos años de mediados de los setenta su uso sigue limitado a la comunidad científica y académica, porque los grandes ordenadores sobre los que se soportaban las comunicaciones, fabricados por compañías de la época como IBM o Digital, estaban sólo al alcance de grandes corporaciones, Gobiernos e instituciones, dado su elevado precio. Por eso las primeras redes están ligadas a la Universidad de Stanford (Telenet), el Departamento de Energía estadounidense (MFENet) o la Fundación Nacional de Ciencia de EE UU (CSNet). No es hasta 1982 cuando surge una red similar en Europa, Eunet, que une las redes del Reino Unido, Holanda y los países escandinavos.
Ese mismo año, cuando Arpanet adoptó por fin el protocolo TCP/IP, Internet empieza a florecer y a crecer rápidamente, arropada con los avances paralelos que van aconteciendo en la industria informática, que crea ordenadores cada vez más rápidos, potentes y baratos.
Es un momento de gran complejidad técnica. El cambio que supuso pasar de unas pocas redes con un modesto número de servidores a un escenario donde convivían muchas y de diferentes países hizo necesario una clasificación de estas redes, en nacionales, regionales y locales. Todavía, entonces, los servidores se definían con direcciones numéricas, y al haber un número limitado, se contaba con tablas que permitían identificar el ordenador al que se quería enviar una información.
Demasiado complejo a medida que las redes se extendían e Internet crecía. Paul Mockapetris, de la Universidad del Sur de California (USC), dio con la solución: inventó el sistema de nombres de dominio, que resolvía el problema de tener que memorizar o consultar una tabla cada vez más repleta de direcciones.
En 1985, la Fundación Nacional de las Ciencias estadounidense estableció el programa NSFNet para imponer el uso del protocolo TCP/IP entre todas las redes. Al mismo tiempo, accedió a proveer cinco supercomputadoras para soportar el tráfico que ya se generaba. Su capacidad pronto se vio sobrepasada, ya que de 56.000 bytes por segundo que gestionaban inicialmente se pasó a 1.544 millones de bytes por segundo en 1988.
Sin embargo, el efecto de la creación de dicho programa fue brutal. En primer lugar, rompió el cuello de botella del sistema. En segundo, impulsó el uso de Internet a límites insospechados: había llevado una década superar los 1.000 ordenadores conectados y en el transcurso de un año, de 1986 a 1987, la cifra pasó de 5.000 a 28.000. En tercer lugar, y tal vez lo más importante por la repercusión que tendría años después en la economía de las sociedades occidentales, se levantó la limitación del uso comercial de estas redes. En 1985 se celebró la primera conferencia, especialmente dirigida a compañías privadas, sobre las limitaciones y posibilidades de los protocolos de Internet, generando un intenso debate entre la comunidad científica, que seguía apostando por su uso no comercial, y empresarios privados, que intuían el potencial que residía en esas redes.
Sin embargo, aunque se decide finalmente abrir a todo el mundo el uso de Internet, el resultado desencantó a muchos: el acceso seguía siendo impenetrable para los no iniciados, la búsqueda de información era prácticamente imposible y la documentación que se encontraba se limitaba a cuestiones científicas de poco interés para el gran público. Además, las páginas eran ilegibles por el desorden en la presentación y la falta de color. Los únicos atractivos para el sector privado residían en el correo electrónico, las charlas virtuales y los juegos de ordenador.
La expansión de Internet siguió estando, por tanto, liderada por los Gobiernos y las comunidades académicas, a pesar de lo cual se popularizaba cada día más. En 1990, el número de ordenadores conectados superó los 300.000, marcando una nueva época donde los cambios se sucedían día a día.
La desaparición de Arpanet, ese mismo año, puede interpretarse como un signo de los nuevos tiempos: desmontado el telón de acero, desaparecían también los fines militares de un proyecto que había acabado muriendo de su propio éxito. Cuando Bill Clinton accede a la Casa Blanca en 1993, una de sus primeras medidas es crear la 'autopista de la información', nombre popular con el que se conoció al High Performance Computer Act, impulsado por el entonces vicepresidente de EE UU, Al Gore. Por primera vez en la historia, un país dedicaba fondos concretos a la expansión de Internet.
Mientras, dos científicos del Centro Europeo para la Investigación Nuclear (Cern, con sede en Ginebra), Tim Berners-Lee y Robert Cailliau, sentaban las bases de la World Wide Web. Buscaban un modo de facilitar la búsqueda de información entre toda esa maraña de datos, sitios y redes en que se había convertido Internet, y en 1991 desarrollaron un programa que funcionaba con el protocolo http (de transferencia de textos) para simplificar todas las direcciones. 'En la cafetería del Cern buscamos el nombre para el sistema que acabábamos de desarrollar', explica Cailliau en su libro Una pequeña historia de Internet. 'Yo rechazaba cualquier nombre que estuviera sacado de la mitología griega. Hasta que Tim propuso de repente World Wide Web. A mí me gustó mucho, excepto que era muy difícil pronunciarlo en francés'.
La transición al nuevo sistema duró aún unos años. De 1992 a 1993 el número de páginas webs creció sólo en 100 sitios. Hasta que Mark Andreesen, del Centro Nacional para las Aplicaciones Informáticas, en EE UU, desarrolló a finales de 1993 un programa llamado Mosaic X, fácil de instalar, de usar y de actualizar, y que ofrecía muchas posibilidades en gráficos y animación para crear páginas webs. Netscape fue la empresa creada por Andreesen para explotar el Mosaic, que nada más salir a Bolsa se convirtió en el tercer valor con mayor capitalización bursátil, prendiendo la mecha del llamado boom de Internet en los mercados financieros.
Bill Gates, nueva economía, pinchazo de las puntocom, Napster, banca en línea, virus informáticos, hackers... el resto son conceptos y personas, que, para mejor o peor, han contribuido a hacer de Internet el invento que ha cambiado el mundo.