Telecomunicaciones para la Europa del siglo XXI
La importancia del sector de las telecomunicaciones, en su doble componente industrial y de servicios, viene determinada por las externalidades que genera, por ser determinante en la interdependencia económica entre regiones y en el incremento de flujos de bienes y servicios financieros globales, creciendo las transacciones internacionales más de 6.000 veces desde finales de los setenta. Hoy en España representa un 7% del PIB.
Nuevos servicios, diferentes al de la voz y al del intercambio de datos entre ordenadores, determinaron la conveniencia de una reestructuración del sector. Aquel Libro Verde que en junio de 1987 definió, a modo de catecismo, unas recomendaciones para la apertura hacia el libre mercado de terminales, redes e infraestructuras, cerraba una etapa enormemente fructífera de integración vertical y operación en régimen de monopolio por parte de los gobiernos y/o empresas privadas con derechos exclusivos. Uno de los objetivos centrales de la estrategia que inició la UE fue crear un clima donde el usuario comenzara a ser tenido en cuenta, prevaleciera la posibilidad de elegir y se primara la competencia.
Ello llevó a los operadores a sentarse y definir las especificaciones del mayor esfuerzo europeo por convertir una tecnología en una solución de mercado que valiera a todos. Hablo del servicio de telefonía móvil con tecnología digital que se inició en 1995.
Hubo otro impulso, un servicio de datos vía radio, el servicio de radiobúsqueda, un servicio de mensajes unidireccional, extraordinariamente útil que en competencia con Telefónica explotó con pleno éxito Sizstelcom. Pero poco más. Los servicios de datos abiertos en 1993, el servicio de telefonía fija inteligente, los servicios de acceso vía tecnologías de radio y/o láser, los servicios de oferta integrada que ofrecían voz, datos y canales variados de televisión, donde se suponía que los nuevos entrantes podían liderar las ofertas, no alcanzaron ninguna ventaja competitiva frente a los ofertados por el operador convencional. Sí dieron madurez al mercado, provocando una disminución de precios, una disminución de márgenes para los operadores, compensada por el incremento en los volúmenes de tráfico.
Es verdad que el usuario de las telecomunicaciones se encuentra más familiarizado con la jerga del sector, pero parece que poco se ha conseguido desde enero de 1998, fecha en la que queda liberalizado el sector y comienza todo un cuerpo de reglamentaciones para poder hacer efectivo el proceso. Ante la opinión general parece incluso que la renovación de la infraestructura de telecomunicaciones que vino de la mano de la iniciativa privada adjudicataria de las licencias de los servicios, vía cable, es innecesaria porque carece de sentido toda vez que la oferta de servicios que la justifican es pobre, o no existe. Se llega incluso a confundir a la opinión publica comparando tecnologías no comparables, difundiendo que son alternativas cuando no lo son, extendiendo conceptos como banda ancha o interactividad de una manera impropia. Y, en definitiva, no poniendo el acento en lo que verdaderamente es importante y singular: la absoluta conveniencia de desarrollar infraestructuras avanzadas de telecomunicación en la red de acceso.
Se puede decir sin temor a equivocarse que el cambio real de la estructura del sector telecomunicaciones y la extensión de sus beneficios a la sociedad sólo se producirá con la renovación de las infraestructuras hasta el destinatario final por otras más evolucionadas que las actuales.
Y se puede decir que de la mano del desarrollo de las redes de telecomunicación que hoy llevan a cabo los operadores de cable en España vendrá realmente el desarrollo en España de la sociedad de la información. Sin duda el desarrollo de las infraestructuras de telecomunicación avanzadas traerá unos indicadores más acordes con Europa.
Las infraestructuras de cable, que hoy se desarrollan lentamente con el esfuerzo de la inversión privada, son de una importancia estratégica, son una apuesta de futuro, una apuesta por la supervivencia, por el desarrollo y la calidad de vida.
No tiene nada que ver con el aprovechamiento de lo que existe desde hace 70 años, la planta de pares de cobre que como un milagro divino ha permitido disponer de una malla donde se comunican más de 900 millones de personas. La tecnología siempre encontrará respuestas a necesidades y el par de cobre con las nuevas tecnologías está permitiendo amortizar una inversión enorme que está hecha. Y eso es conveniente. Pero eso es otra cosa y no es tanto cuestión de ancho de banda como se argumenta siempre por los comerciales. La tecnología también soluciona esto. Las técnicas de compresión han reducido las necesidades de ancho de banda para transmitir una imagen. Hasta hace 10 años para transmitir televisión digitalizada era necesario un ancho de banda no inferior a 200 Mb/seg y hoy esa misma cantidad de información digitalizada se puede transmitir a 1.5 Mb/seg.
Tampoco es cuestión de poder integrar servicios, que ya se hacía en 1971 con tecnologías Codan.
La importancia de las redes de cable que hoy luchan por desarrollar los operadores integrados en Aunacable es otra cosa. Va mucho más allá. Es casi cuestión de Estado.
Y hay pocas cosas que merezcan calificarse como tal. Estas redes están preparadas para tratar y procesar señales de todo tipo a grandes velocidades, en tiempo real y al ritmo adecuado. Son tecnologías que permiten llevar cerca del usuario facilidades de red impensables en la estructura de planta que hoy soportan las tecnologías ADSL.
Las redes de cable están hechas de tecnologías locales que permiten la inserción y la extracción de canales muy cerca del punto de destino. Son tecnologías con características intrínsecas de concentración, evitando el concentrador final de otras redes.
Las redes de cable permiten una asignación dinámica de los recursos, por lo que el usuario final sólo debería pagar por lo que consumiera. Permiten pasar de circuitos dedicados a los de ancho de banda compartidos.
La existencia de una red de cable fiable es una cuestión de estar o no estar preparado para la realidad de la economía. La necesidad de disponer en los hogares y en las empresas de una infraestructura de telecomunicación potente que sólo se pague por utilización, complementada con otros tramos de red anillos de interconexión y convenientemente dimensionados es hoy requisito esencial para el fortalecimiento de Europa.