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Nueva York

Los conflictos de intereses de analistas y banca de inversión pasan factura a las casas de Bolsa

En febrero, los informes de analistas sobre el sector de la banca de inversión tenían un sesgo optimista. La quiebra de Enron era ya un hecho, y los conflictos de intereses entre analistas y banca de inversión, un asunto que coleaba desde mediados de 2000. Transcurridos unos meses se ha comprobado que pocos supieron calibrar las consecuencias de la enronitis y que una ola de desconfianza se cerniría sobre los bancos de inversión por las conductas fraudulentas de algunas entidades.

La investigación abierta por el fiscal de Nueva York, Eliot Spitzer, contra Merrill Lynch y otras firmas de Wall Street por los conflictos de intereses entre analistas y banca de inversión ha hundido las cotizaciones de las principales entidades. A excepción de Bear Stearns, los bancos de inversión se encuentran en negativo en lo que va de año, con caídas superiores al 10%. Sin embargo, a finales de marzo gran parte de las compañías del sector presentaba leves alzas en Bolsa.

Las caídas sufridas en el último mes tienen mucho que ver con las investigaciones de Spitzer, cuyas pesquisas fueron públicas a principios de abril. Merrill Lynch, la primera firma señalada por el fiscal como sospechosa de fraude, es la que más ha caído desde entonces, el 22%. La presión vendedora se trasladó también al resto de bancos después de que Spitzer apuntara que otras firmas están en su punto de mira y que el regulador de EE UU se uniera a la cruzada contra los conflictos de intereses entre banca de inversión y analistas.

'Las investigaciones están dañando la confianza de los pequeños inversores. Esto perjudica claramente a Merrill Lynch, ya que es el banco de inversión cuyos resultados dependen más del mercado minorista', señala un informe de Credit Suisse First Boston (CSFB). Estos expertos añaden que al daño de imagen hay que añadirle el coste que puede suponer para los bancos las multas impuestas por el regulador o la fiscalía, así como las numerosas denuncias de inversores.

Algunos expertos consideran que las caídas en Bolsa sufridas recientemente por el sector sobrepasan los potenciales costes que deberían soportar los bancos. Así lo creen los analistas de Salomon Smith Barney, que el pasado jueves elevaban hasta comprar las recomendaciones sobre Merrill, Goldman Sachs y Lehman Brothers.

Al margen de las investigaciones, el fraude y los costes, la mayor parte de los negocios de los que se nutren los bancos de inversión sigue inmersa en la crisis. BNP Paribas apuntaba en un informe reciente que las expectativas de negocio respecto al primer trimestre habían sido en exceso optimistas. Así, destacaban que el negocio que representa el asesoramiento en las fusiones y adquisiciones está estancado.

En el último trimestre el valor de las fusiones llevadas a cabo en todo el mundo ha rozado el medio billón de dólares, una caída del 53% respecto al último trimestre de 2001 y del 69% si tenemos en cuenta el mismo periodo del año anterior. 'Los niveles actuales son tan bajos que sería imposible no ser optimistas y esperar aunque fuera un leve repunte', señalan en BNP Paribas.

En situación parecida se encuentra el negocio de colocación de acciones. En Europa el número de salidas a Bolsa es el más bajo de la última década y EE UU ha cerrado el primer trimestre con una caída del 25% en el número de OPV tras retroceder el año pasado un 55%.

Tampoco es muy halagüeño el panorama para la actividad de intermediación. Tras un leve repunte a finales del año pasado, las caídas de la Bolsa en el primer trimestre han alejado de nuevo a los inversores. 'La situación actual [valoraciones y volúmenes bajos] mejorará, pero no hasta principios de tercer trimestre', sostienen los analistas de BNP.

Las consecuencias de una reestructuración a gran escala

 

 

 

 

 

 

 

 

Ya empiezan a aparecer cifras sobre lo que podrían costarle a Merrill Lynch las indemnizaciones y multas a las que se enfrenta tras las investigaciones del fiscal de Nueva York.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sin embargo, el principal peligro para Merrill y para todos los bancos de inversión es que a raíz de todos estos escándalos, las entidades deban someterse a un fuerte proceso de reestructuración. El coste es incalculable, ya que supondría un cambio drástico en el modo que hasta ahora han venido funcionando los bancos de inversión.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Generalmente, el departamento de análisis supone un coste que las entidades cubren con sus negocios de banca corporativa e intermediación de valores. Sin embargo, las firmas son conscientes de que las opiniones de sus analistas tienen una repercusión en el mercado de la que pueden sacar tajada, y es ahí donde ocurre el fraude.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las voces más críticas denuncian que los conflictos de intereses no desaparecerán hasta que los analistas no vivan en una situación de subsidio respecto al resto de las divisiones del banco. En este sentido, reclaman una total separación de los diferentes negocios. Ya hay quien especula con la posibilidad de que el proceso abierto por el regulador y las autoridades judiciales contra los bancos de inversión termine con la imposición de escisión de las actividades, lo que desmoronaría por completo el negocio que tienen montado los bancos de inversión.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nadie puede negar que la combinación de servicios que ofrece un banco de inversión es una estrategia muy lucrativa. Al tiempo que asesoran a una compañía para salir a Bolsa o fusionarse con otra emiten recomendaciones, administran fondos e incluso poseen plataformas de negociación. El cliente sabe que está comprando todo un paquete.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hará falta una regulación muy severa o un empeño decidido de las firmas por aumentar los controles para que las suspicacias desaparezcan.

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