_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Una sociedad para todas las edades?

Cuando paseábamos por las calles y caminos de nuestras ciudades y campos, era normal ver niños yendo a la escuela, madres embarazadas, adolescentes estudiando o empezando a trabajar. Esa imagen, predominantemente infantil y juvenil a la que estuvimos acostumbrados durante tanto tiempo, está cambiando inexorablemente.

El número de personas mayores de 60 años se incrementará de forma sostenida en todos los países de la región. Los 41 millones de adultos mayores existentes hoy aumentarán a 57 millones entre los años 2000 y 2025 y a 86 millones entre 2025 y 2050. La región tendrá 98 millones de adultos mayores en 2025 y 184 millones en 2050. Dicho en términos proporcionales, su porcentaje aumentará del 8% en 2000 al 14,1% en 2025 y al 22,6% en 2050.

Los cambios en el peso relativo de las generaciones, provocados por el aumento en las expectativas de vida y la disminución del número de hijos, originan un nuevo escenario que tiene profundas implicaciones en la organización familiar, en los niveles de bienestar y cohesión social y en las esferas económicas, políticas y culturales.

Esta prolongación de nuestra vida debiera regocijarnos: es el fruto de al menos cinco décadas de inversión en avances médicos y de mejoras en las condiciones de vida. Sin embargo, las condiciones en que se dará el envejecimiento son preocupantes.

En primer lugar, la población adulta mayor crecerá a un ritmo más elevado (3,5% en 2020-2025) que en los países desarrollados. En segundo lugar, la mayoría de los adultos mayores de nuestra región, especialmente las mujeres (más del 75% en la mitad de los países), no accede a pensiones de vejez, no tiene una cobertura de salud adecuada y, en muchos casos, sufre discriminaciones en el mercado laboral, en los servicios y en el trato cotidiano en sus comunidades y en sus familias. Todo esto se agrava por la alta incidencia de la pobreza e iniquidad social.

Para el año 2000, se estimaba que los adultos mayores pobres sumaban 11 millones, 7 millones de los cuales eran urbanos. En tercer lugar, el apoyo familiar, respuesta tradicional a la pobreza y la vulnerabilidad, corre el riesgo de decrecer. Debido a la menor fecundidad, las futuras generaciones de adultos mayores contarán con menos hijos, lo que marca una diferencia fundamental con la generación actual, que tiene más hijos que cualquier otra generación de la historia.

Estos retos deben ser enfrentados con políticas públicas audaces, de amplia cobertura, solidarias y eficientes, que no sólo focalicen su accionar en los adultos mayores sino que también aporten a construir una sociedad para todas las edades en la cual la seguridad y calidad de vida en la vejez sean forjadas desde la juventud.

En el área de la seguridad social, la inversión a futuro implica ampliar la cobertura previsional laboral para que incluya a los trabajadores informales normalmente excluidos, así como disminuir la proporción de trabajadores que dejan de cotizar por la inestabilidad de empleo o por sus bajos ingresos.

Es necesario desarrollar acciones específicas de protección social para los adultos mayores más vulnerables. En el área de la salud debe hacerse una gran inversión en prevención para disminuir la discapacidad y potenciar el envejecimiento activo.

También habrá que flexibilizar la edad de salida de la vida laboral, favoreciendo la continuidad de la participación activa de los adultos mayores, pues ello reduce la pobreza de sus hogares. Finalmente, es necesario desarrollar acciones que refuercen la visión de los adultos mayores como ciudadanos activos: llegar a los 60 o 65 años es sólo el inicio de una nueva etapa de la vida y no su fin. Como se trata de una situación predecible, mientras más temprano se actúe, mayores serán las oportunidades para enfrentar sus crecientes demandas.

El creciente envejecimiento poblacional preocupa a toda la comunidad. Por ello, entre el 8 y el 12 de abril, se llevó a cabo en Madrid la II Asamblea Mundial de Naciones Unidas sobre Envejecimiento, con ocasión del vigésimo aniversario de la primera Asamblea.

Estuvieron presentes autoridades, líderes y profesionales de todos los países, que hicieron un examen global de los avances logrados y adoptarán un plan de acción en favor de los adultos mayores. La Cepal está desarrollando un conjunto de actividades que buscan ayudar a los países en el diseño, ejecución y seguimiento de los acuerdos de esa Asamblea.

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_